-Días 25 y 26 de junio: Santa Rosa de Calchines (Domo Oriental de Santa Fe). Monte Encuentro de Solsticio de Invierno, intenso e intensivo. Informe e inscripción: 3413754274 (Nadia).
-Agosto a Noviembre: abierta la inscripción al Ciclo Monte Encuentro Tarapí (hacia los verdes). Un encuentro por mes en los humedales del Sitio Ramsar Delta del Paraná (Santa Fe). Informe e inscripción: 3476601533 (Maxi).
Texto leído en la VI Asamblea de los Pueblos Fumigados realizada el 21 de febrero de 2016 en Andino (Santa Fe-Argentina)
Es tiempo de ver en profundidad a la naturaleza y a nuestras contradicciones más aberrantes. Es tiempo de dejar de ver las cosas como somos para empezar a verlas como son.
Primera parte: la contradicción.
Primero debemos aceptarnos como ambientalistas. Un ambientalista puede ser muchas cosas. Un Cyber activista, un militante de Greenpeace, una oveja negra dentro de su trabajo, dentro de su pueblo o familia. Un ambientalista puede ser un fotógrafo, un huertero, un reciclador, un banquero de semillas, alguien que sigue campañas, que habla, que cuenta, que contagia, que consume menos, que cambia de consumo, que se ejercita en cuerpo y mente. Un ambientalista puede ser el personal de una fábrica bajo control obrero, que quiere dejar de vivir en un barrio contaminado. Un panadero que decide dejar de hacer pan con harina de trigo fumigado, un verdulero que reemplaza el mercado central por el vecino huertero. Un ambientalista puede ser muchas cosas, pero es momento de empezar a buscar posiciones en común que permitan sortear, o por lo menos ver y reflexionar sobre nuestras propias contradicciones. Si un mérito tiene el capitalista, el dueño del campo que decide sembrar organismos modificados de forma genética, que decide fumigar aunque los vecinos, los cuidadores y los operarios de las máquinas mueran de cáncer, y sus hijos de leucemia, si una cualidad tienen estos empresarios del forraje y el biocombustibles es que son coherentes, sin contradicciones. Todos han unificado criterios de pensamiento y acción para ir hacia un mismo horizonte. Todos se quejan, todos dicen que el Estado no los ayuda, todos dicen que se ven obligados a sembrar así, todos dicen que los costos son elevadísimos… todos dicen lo mismo, todos son coherentes gracias a este sistema que les permite dejar de producir alimentos para producir mercancías. Por el otro lado, el ambientalista vive inmerso en contradicciones que no le permiten unificar una idea, un discurso, que le hacen creer que puede derrotar a un gigante alimentado por el capital y el Estado utilizando la fuerza y que, algunos años más tarde, lo volverán un sobreviviente de las mil derrotas que no se cansará de repasar.
Si miramos en profundidad nuestras propias contradicciones veremos cómo, por ejemplo, el que odia al que enjaula pájaros para vender, come una hamburguesa en una cadena de comida basura: de cuántas vacas distintas está hecha esa hamburguesa, qué tamaño tenía el feedlot donde esas vacas de la hamburguesa pasaron sus días al sol de verano sin un árbol donde sombrear, sin una lagunita donde refrescarse, sin un pasto natural de qué alimentarse. ¿Sabrá el que se queja porque enjaulan pájaros cuántos días de cautiverio vivieron las vacas que forman esa pequeña hamburguesa? ¿Sabrá cómo murieron esas vacas y a cuánto les latía el corazón al momento en que el martillo neumático les dio el golpe final? Negro hijo de puta que vende cardenales, se queja y traga su hamburguesa formada por los pedazos de cien vacas criadas en cautiverio. Contradicciones. Justificarnos en la “legalidad” de un hecho aberrante no tiene razón de ser.
Otro de los grandes ambientalistas, de los que realmente saben de naturaleza, que sistemáticamente se ponen a estudiar, a viajar, que no son de biblioteca sino del barro, que se pasan sus horas más felices y dignas entre mosquitos, palometas, camalotes, congelándose en un glaciar o asándose en el Parque Nacional Copo, es el fotógrafo de naturaleza, el que quiere la nutria comiendo verdolaga en las horas del atardecer, cuando la luz del sol no quema los cuerpos desde arriba; pero ese fotógrafo, al ver el nutriero revisando las trampas ¿acaso no prefiere que el nutriero viva en una villa miseria juntando cartón, pero que no le mate las nutrias de la foto? En la contradicción muchas veces nos olvidamos de nuestra propia especie. El costero es bueno cuando nos invita a su rancho a pasar una tormenta, pero qué hijo de forro cuando toma su escopeta y sale a matar animalitos. Contradicciones.
Las riñas de gallos son malas, pero comer huevos de gallinas presas es bueno. Estos días circuló el video de los humanos sacando del agua al delfín —insultos, bronca, debate—. Pero cuánto nos indignamos cuando se hace lo mismo con palometas, mojarritas o taruchas. Tal vez sea por la santa condición de mamífero que tiene el delfín.
Que te fumiguen es malo, pero comer harinas refinadas y fumigadas, choclo Bt de la verdulería o milanesas de soja es bueno. Contradicciones que, como primera instancia, debemos aprender a ver. No digo superar… simplemente aprender a ver. Ver para saber, saber para discutir, discutir para caminar la transición.
Greenpeace tiene a Cali Villalonga y sus Verdes dentro del gobierno apuntalando al rabino Bergman y al propio Mauricio Macri, que no deja de hablar del medioambiente en cada discurso —paritarias hasta 25 por ciento, pero cuidando el medio ambiente—. No sé si es porque le gusta la naturaleza o porque está buscando militancia joven, pero mientras los Verdes y Greenpeace proponen cambios en materia energética, de residuos y demás, por el otro lado apoyaron en nuestra provincia la candidatura del Senador Carlos Reutemann, responsable de los asesinatos represivos de diciembre de 2001, de la inundación de la capital provincial en 2003, de la privatización del banco Provincia y del AGUA POTABLE, y viculado con lo más oscuro del modelo extractivista de la soja (y la explicación de Cali Villalonga justificando el cese de las retenciones a la megaminería es imperdible, búsquenla en la red, parece que estuvo charlando mucho con Pray Gay). Contradicciones. Por el otro lado el kirchnerismo, que logró gran apoyo luego de enfrentarse a las patronales del campo, impulsó la expansión de la frontera agropecuaria del monocultivo, el desmonte y el cáncer levantando las banderas del Plan Agroalimentario 2020. 20 millones de hectáreas monocultivadas para el año 2020 (que ya se alcanzaron sólo con soja en 2015). Contradicciones. Si pensamos que la Forestal fue la culpable de la desertificación del Chaco… ¡ay de las consecuencias ambientales de la década ganada! Aves Argentinas, la organización ambientalista más vieja de nuestro país —ya con un siglo de historia— se dedica en los últimos años a defender pastizales logrando que los terratenientes más grandes de Argentina (arroceros, sojeros, ganaderos, esclavistas y ladrones), a cambio de defender algunas praderas herbáceas donde se encuentran aves en peligro, puedan exportar carne “orgánica” al extranjero. El ambientalismo al servicio de los grandes propietarios de la tierra. Por nombrar dos ejemplos de “productores sustentables” según Aves Argentinas, que exportan carne en esta zona, les cuento: uno tiene a su puestero de la isla, en la Boca de la Milonga, en condiciones de indigencia y pobreza extrema, sin agua potable ni baño, con un rancho que deben correr cada vez que la barranca se erosiona, con más de ochenta años de edad y actualmente internado en el hospital público de Granadero Baigorria. Contradicciones. El otro de los “productores orgánicos” de carne de nuestra zona, cortó arroyos con terraplenes para pasar con su camioneta, endicó una laguna de agua dulce prohibiendo la entrada y salida de los peces migratorios, se apropió de un sitio arqueológico, permitió que se extrajeran de él 16 cuerpos humanos pertenecientes a la nación chaná y robó, con complicidad de funcionarios del socialismo santafesino, más de 1000 hectáreas de humedales que la Municipalidad de Rosario poseía en las islas entrerrianas. Y la organización ambientalista más grande y antigua de la Argentina los considera productores sustentables. Contradicciones.
Es importante vernos. Vernos en profundidad para primero aprender a matizar dónde nos salen a la luz esas contradicciones que ellos —los hacedores del cáncer— no tienen. Porque si una virtud tienen los sojeros, es que son coherentes.
Segunda parte: el poder.
Otra cosa que debe aprender a hacer el ambientalista es observar en profundidad a la naturaleza. Si quiere lograr un mundo mejor, debe empezar por saber que el mundo mejor posible, es el que tiene armonía entre la naturaleza y la cultura. No hay armonía si vivimos en el litoral de la pampa y queremos dormir en febrero con 15 grados de temperatura en la habitación, porque no estamos observando la naturaleza sino yendo contra ella, forzándola a actuar contra ella misma, cuando ella misma tiene esas temperaturas preparadas para otros momentos del año. Empezar a caminar con la naturaleza es empezar a observarla. Si es de noche, dentro de nuestra vivienda no debe ser de día. Una luz tenue o una vela que simule un pequeño fogón nos ayudará no sólo a prepararnos para dormir mejor sino a entender a la Gran Madre. Se acerca una polilla al foquito, ¿por dónde entró a la casa? Mi gatita doméstica vuelve a sus instintos de ser montaraz y se prepara para cazarla. Como hay poca luz mis sentidos están más alertas y puedo escuchar mejor los grillos y ranas de afuera. Empiezo a vincularme con la Tierra, en vez de alejarme de ella encendiendo un televisor o pasando las horas de oscuridad y silencio enceguecido por las luces del Facebook. El poder del ambientalista no radica en firmar una petición de Change.org sino en aprender a ser uno con lo que desea defender. Un balconcito lleno de aromáticas en un edificio del centro de San Lorenzo no me va a dar de comer, pero me va a permitir ser uno con lo que amo, y hacer que mi balconcito contagie. Un pequeño patio de mi vivienda que decida no monocultivar con pasto o tapar con cemento, que decida sembrar con tomate, lechuga, zapallito, lo que sea… me va a permitir ahorrar dinero, consumir menos veneno, menos combustible fósil (¿cuántos kilómetros viaja un tomate hasta que llega a mi casa?). Sembrar mi pequeño patio me va a permitir aprender por dónde sale y se pone el sol durante solsticios y equinoccios, me va a hacer entender por qué es tan importante tomar la caña con ruda el 1ro de agosto, me va a hacer enojar con las maestras de mi hijo, cuando le digan en la escuela que el suelo es un elemento inerte del ecosistema. Hay gente que dice: ahora hay más pajaritos, volví a ver langostas, otra vez hay mariposas… no, mi amiga, mi amigo… no es que ahora hay más, sino que la Madre Tierra te está dando un mensaje de que vuelvas los ojos hacia ella… como cuando eras una niña o un niño. Un niño no tiene ningún prejuicio cuando un bioconstructor le dice: hacemos caca en un baño seco porque no queremos contaminar las napas de agua. El niño es uno con la Gran Madre y a medida que crece el adulto se va encargando de separarlo de ella. Es deber entonces del ambientalista volver a ser uno con la Gran Madre, que no es otra cosa que volver a ser niña o niño. Ejercitar en vernos en profundidad para superar esas contradicciones y ejercitarnos en ver a la Gran Madre en profundidad para empezar a darle sentido a nuestra militancia.
Los gigantes en la naturaleza no pueden ser derrotados por la misma fuerza que los hizo gigantes. Ésa es una de las nobles verdades que puede entender el verdadero ambientalista. Si todos los que estamos acá escrachamos a los que fumigan, a los presidentes comunales que permiten las fumigaciones, a los diputados que votaron la ley Bertero. Si hacemos un kilombo terrible acá en Andino, pegamos carteles por todos lados o pintamos stencils contra Monsanto, entonces no habremos entendido esta noble verdad del ambientalista. Los gigantes de la naturaleza no pueden ser derrotados por la misma fuerza que los hizo gigantes. Mientras más fuerza le opongamos al gigante, más poder le damos.
Si empezamos a los gritos los vecinos del pueblo se van a ir en silencio a su casa, se van a encerrar hasta que pase el griterío. Los ambientalistas van a empezar a ser los locos, los que no tienen un mensaje serio. Van a quedar cada vez más solos, más aislados, y en ese sano intento por salvar al pueblo van a terminar poniendo a los vecinos del lado del mismo sojero que los fumiga. Es difícil imaginar el poder que tiene el dios Status Quo.
Pero a un gigante, aunque suene disparatado, sí lo puede derrotar un virus. Es cuestión de darse cuenta cómo obra la naturaleza. Un virus es tan pero tan chiquito que el gigante ni siquiera sabe que existe, pero tiene la capacidad de reproducirse, okupar las células sanas del gigante y transformarlas para destruirlo por dentro. El ambientalista, entonces, debe ser apenas un virus si quiere ser uno con la Gran Madre y poder liberarla del gigante que la oprime. Un virus que pueda reproducirse, que pueda hacer su trabajo “destructivo” en la célula que tiene asignada, y que jamás caiga en la tentación de querer parecerse al gigante. Ahí es cuando se puede cometer el gran error y echar la buena intención por la borda arruinando todo el esfuerzo.
La forma de no cometer ese error, de no caer en la tentación que nos va a terminar condenando a repasar derrotas, es saber equilibrar nuestra balanza. Los hechos hablan por nosotros. Si vamos a firmar con la mano derecha el petitorio para pedirle al presidente comunal que proteja la vida de los niños que están gestando su leucemia, ¿qué hecho habla por nosotros y empuñamos en la mano izquierda? En nuestro pueblo ¿hacemos talleres de bioconstrucción, tenemos un banco de semillas nativas, orgánicas o ancestrales, una biblioteca donde se siembre el cambio, somos un grupo que se dedica al estudio de las “buenezas” comestibles? Erradiquemos la palabra maleza aunque se enoje con nosotros la academia de lengua que dirigen los reyes de España. ¿Hacemos agricultura familiar, estudiamos la deformación de los órganos sexuales de los anfibios que viven en cunetas fumigadas, formamos una cooperativa asamblearia, tenemos una radio, diseñamos balcones y terrazas comestibles, hicimos un mapa del cáncer, filmamos películas sobre los saberes de nuestros más viejos, somos artesanos utilizando el monte nativo como materia prima? …¿qué hecho habla por nosotros en este puño cerrado de la mano izquierda… o somos sólo un “abajofirmante” de nuestra cómoda derecha?
En los pueblos fumigados hay pocas huertas cooperativas, pocas bibliotecas populares donde se discuta la transición necesaria, pocos ciclos de cine por el cambio, pocos inventarios de la flora y fauna nativa, pocos rescates de la medicina ancestral, pocas asambleas de vecinos interviniendo sus espacios abiertos, pocas escuelas “creando el patrimonio”. Y acá me detengo: hay un algo imaginario que da vueltas por todas las mentes humanas, de cosas que son —o deberían— ser de todos, pero que no existen sino hasta que se las hace tangibles y populares…. Esto es el patrimonio. Crear el patrimonio es la enfermedad, el resultado de la acción natural del virus, de ése que introducimos en las células del gigante que debemos barrer de la faz de la Gran Madre. El patrimonio de este pueblo, por ejemplo, podrían ser los frutales de los abuelos, los bosques nativos del Carcarañá, los animales que estaban y ya desaparecieron, la medicina natural, las aves que migran desde el Ártico, que atraviesan todo el continente hasta las lagunas que se pierden por la soja los sus canales clandestinos, es posibilidad de patrimonio la tierra que se abre con una pequeña asada y da comida… Pero al patrimonio hay que crearlo. Se forma por ideas colectivas que empiezan desde muy pequeñas, pero que se reproducen y enferman a ese gigante que se hizo fuerte por la ausencia de patrimonio.
Nosotros no somos los pueblos del noroeste, que a pesar del genocidio y la persecución siguen cultivando sus terrazas y fabricando sus corrales de pircas. Tampoco somos los hermanos del nordeste, que pueden vivir por mil generaciones cazando y recolectando en la selva sin hacer extinguir una sola especie. No somos como los pueblos del sur, que a pesar de que se festeja su exterminio sistemático en el billete más caro, siguen resistiendo las opresiones chilenas y argentinas, manteniendo su cultura de reverencia a sus lagos y volcanes. Nosotros, en cambio, habitantes de la pampa, somos gente sin identidad con la tierra. Somos los “separados de la tierra”. No sabemos de dónde viene nuestro alimento, quiénes los producen, no sabemos de dónde llegaron las fibras que hacen nuestras vestimentas y mucho menos quiénes las fabricaron, no sabemos cómo curarnos sin depender de laboratorios químicos. Para estar en contacto con la naturaleza viajamos a otras tierras porque creemos que la naturaleza no anda por acá. Le llamamos reserva natural, acá en Andino, por ejemplo, a un paisaje totalmente fabricado por humanos. En Granadero Baigorria también llamamos Reserva Natural a un paisaje “antro-pisado”. Los habitantes de la pampa somos los separados de la tierra. Pero, como dice Teresa Parodi en su canción Tarumba: ningún niño nace feo ni nace malo. También nosotros debemos saber que ningún pampeano nace separado de la tierra.
Entonces volvamos a las ideas originales para terminar este ensayo sobre la contradicción y el poder del ambientalista.
Debemos, primero, aprender a vernos para poder entender dónde están nuestras contradicciones. Recordemos: el gigante no tiene contradicciones.
Segundo: tenemos que aprender a mirar en profundidad a la naturaleza. Entender que al gigante se lo enfrenta sin oponerle fuerzas, se lo transforma sembrando semillas que penetren en las grietas que deja a su paso. O sea, volviéndonos más pequeño que la más pequeña de sus células. Debemos ser un virus que pueda penetrarlo, reproducirse, enfermarlo y destruirlo.
Tercero: los hechos hablan por nosotros. Firmamos con la mano derecha, pero empuñamos nuestra lucha en la izquierda. Bibliotecas, ciclos de cine, huertas cooperativas, producción agroecológica a una escala mayor pero cooperativa, democracia directa, clubes de observadores de aves, manufacturas con materias primas del monte. Todo eso es ambientalismo puro. Pero ojo con esa lucha… que debe entrar en nuestra mano izquierda… si se agranda, no entra en el puño. Debe ser pequeña, familiar, entre amigos, vecinos… lo más lejos posible del Estado. Si el Estado ayuda, bueno, pero en la falsa democracia que tenemos el Estado es apenas la buena voluntad de uno u otro personaje. Un día te quiere, otro te combate. El patrimonio, en cambio, no puede ser combatido por el Estado. Construyamos un patrimonio sin luces, que pueda ser bien aferrado por el pequeño tamaño de nuestro puño. El mundo ama lo que luce. Lo que luce cuando se ilumina por caminos no preestablecidos (por ejemplo, un virus que muta a ser, que quiere ser como el gigante) entonces es cooptado o resistido por el Estado. Cuando no puede se cooptado o resistido por el Estado, es infiltrado por el Estado. Así el Estado, si grande, a todos abraza. Así el Estado, si chico, a todos amontona en la resistencia que después abrazará.
No puliendo lo que es valioso, entonces nada puede ser cooptado, resistido o infiltrado. Recuerden, no todo lo que es oro, brilla. Donde no hay plusvalía, donde no hay resistencias de tensión y dolor, donde no hay sobrante o altavoces que proclamen, es ahí que el virus entra muy fácilmente en la célula. O para decirlo de otra manera, es ahí que la semilla germina, la planta crece y las raíces aprovechan freáticas para emerger donde sólo había monocultivos o grietas en el cemento. O como dicen los viejos taoístas: Nada hace la flor, ella “simplemente es” y, como nada hace, florece.
Dejando atrás las tierras altas nos dejamos sumergir en lo profundo de la isla.
Cuando el grupo se dividió en el Ternero, porque tres debían regresar, Leonardo Ferreyra calló y oyó cómo se habían nombrado los lugares en los primeros tiempos de errabundear por el agua dulce de esta comarca.
Leo escuchaba al Guarú llamando a las cosas por sus nombres:
—Éstas son las Tres Curvas. Éste es el Bañado la Primavera. Esta zona se llama De las Flores.
—¿Cómo conocés tantos nombres, Mono?
—Se los ponemos nosotros, Mono.
—Ajá…
Al segundo día Leonardo Ferreyra desoyó, desobedeció y, cual expedicionario adelantado, fue nombrando por primera vez cada recodo, cada boca, cada árbol.
—Acá vinimos con Marcelito una vez y percibimos que el lugar estaba cargado de algo extraño.
—Bueno… Va a llamarse “La playa tipo Lihu”.
—Estas son las playas del Baldomero.
—Ahora serán las De los Rayadores Violentos.
—Éste es el Canal Sin Kayakista.
—Desde ahora es el Meones Medio.
—Aquel es el Árbol Triste.
—Ahora es el Árbol Feliz.
—A éste le dicen los Bueyes.
—Será La Cadera de Mar.
—Tas loco, Mono.
—Sí, Mono.
Después recordaron las enseñanzas del Anciano Gabriel, Miembro del Consejo, y se pusieron hojas de camalote entre la gorra y la cabeza, entonces el sol dejó de achicharrarles el cerebro y dejaron de nombrar cada recodo, cada boca, cada árbol.
AVES OBSERVADAS DURANTE OTOÑO-INVIERNO 2015 EN LAS ISLAS DE PUERTO GABOTO
Las islas ubicadas frente a la localidad de Puerto Gaboto representan un mosaico de humedales con una gran diversidad de paisajes diferentes, conocidos actualmente como los «humedales del Río Paraná con grandes lagunas»[1]. Anteriormente estos paisajes eran llamados Paraná Medio, Alto Delta, Predelta o Delta, y para no prestar confusión se utilizará el nombre actualmente acordado para estos ecosistemas. Estos humedales con grandes lagunas son formados por el transporte fluvial de sedimentos, que al ser depositados forman cursos de agua permanentes de distinta magnitud, islas, grandes lagunas, madrejones pertenecientes a antiguos arroyos, etc.
El río alternó sus mediciones hidrométricas entre 2,73 m puerto Rosario – 2,98 m puerto Diamante, y 4,54 m puerto Rosario – 4,94 m puerto Diamante.
Entre la diversidad de paisajes, recorrimos:
-Bosques de espinillo en los anegadizos junto a las barrancas santafesinas y entrerrianas.
-Extensiones de grandes espejos de agua.
-Albardones altos con bosques mixtos donde se encuentran especies como el canelón, timbó colorado o ingá.
-Islas jóvenes con predominio de sauce.
-Albardones antiguos con bosques de timbó blanco.
-Brazos principales y menores del río que arrastran grandes cantidades de sedimentos formando islas nuevas.
¿Por qué aves?
Los animales son excelentes indicadores para conocer el estado de conservación de un ambiente natural. Los relatos históricos nos cuentan cómo las modificaciones humanas en el paisaje eliminaron varias especies nativas generado así un desequilibrio ambiental.
Estamos a tiempo de salvar las reservas de agua de los humedales, y una forma de ayudar e esta labor es conociendo cuáles especies silvestre habitan las islas, para hacer seguimientos en el tiempo y ver quiénes están hoy, quiénes aparecerán y quiénes desaparecerán por culpa de la manipulación humana de la naturaleza. La observación de estos animales es una tarea muy sencilla pues las aves están por todos lados, se dejan observar, son abundantes, y con muy poca práctica y un equipo muy económico es posible hacer importantes relevamientos.
Otros grupos de animales requieren de condiciones específicas para ser estudiados; por ejemplo, es difícil ver mamíferos nativos interactuando con el medio y muchas veces se estudian mediante la observación de heces o huellas. También es dificultoso estudiar anfibios y reptiles, sobre todo en esta parte del año, pues muchas de estas especies están invernando. Para observar peces es necesario quitarlos de su hábitat natural con el equipo y las técnicas adecuadas. Las aves, en cambio, son una excelente puerta de entrada para personas de cualquier condición y edad hacia el gran conocimiento de la naturaleza.
Especies observadas entre el 21 de marzo y 20 de septiembre de 2015.
Macá Común Podiceps Rolland
Macá pico grueso Podilymbus podiceps
Macá Grande Podiceps major
Biguá Víbora Anhinga anhinga
Biguá Phalacrocorax olivaceus
Garza Mora Ardea cocoi
Hocó Colorado Tigrisoma lineatum
Chiflón Syrigma sibilatrix
Garza Blanca Egretta alba
Garcita Blanca Egretta thula
Garcita Bueyera Bubulcus ibis
Garcita Azulada Butorides striatus (vista hasta la primera semana de mayo)
Cuaco Nycticorax nycticorax
Cabeza de hueso Mycteria americana (sólo un grupo en abril)
Tuyango Ciconia maguari
Cuervillo Cara Pelada Phimosus infuscatus
Bandurria Plegadis chihi
Espátula Rosada Platalea ajaja
Chajá Chauna torquata
Pato Real Cairina moschata individuos aislados y en pareja (esta especie presenta un grado de amenaza)
Sirirí Colorado Dendrocygna bicolor
Sirirí Pampa Dendrocygna viduata
Pato Barcino Anas flavirostris
Pato Cuchara Anas platalea
Pato Gargantilla Anas bahamensis
Pato Capuchino Anas versicolor
Pato Crestón o Picazo Netta peposaca
Pato Silbón o Cutirí Amazonetta brasiliensis
Pato de Collar Callonetta leucophrys
Caracolero Rostrhamus sociabilis
Taguató común Buteo magnirostris
Carancho Caracara plancus
Chimango Milvago chimango
Halcón plomizo Falco femoralis (un individuo cazando sobre el Coronda y el anegadizo ubicado debajo de la desembocadura del Carcarañá)
Carau Aramus guarauna
Ipacaá o Gallineta Aramides ypecaha
Gallineta Común Rallus sanguinolentus
Gallareta Chica Fulica leucoptera
Pollona Negra Gallinula chloropus
Pollona Pintada Porphyriops melanops
Burrito Laterallus melanophaius (dos individuos en el arroyo el Ternero)
Gallito de Agua Jacana jacana
Tero real Himantopus melanurus
Tero Común Vanellus chilensis
Chorlito de Collar Charadrius collares
Pitotoy Grande Tringa melanoleuca (dos individuos el día 20 de septiembre)
Pitotoy Solitario Tringa solitaria (un individuo el día 20 de septiembre)
Becasina Gallinago gallinago
Gaviota Capucho Gris Larus cirrocephalus
Gaviota Capucho Café Larus maculipennis
Atí Phaetusa simples
Gaviotín Chico Sterna superciliaris
Paloma Montera p picazuró Columba picazuro
Paloma Manchada Columba maculosa
Mediana o Torcaza Zenaida auriculata
Torcacita Columbina picui
Yerutí Leptotila verreauxi
Cotorra Myiopsitta monachus
Pirincha negra Crotophaga ani
Pirincha Guira guira
Lechuza de Campanario Tyto alba
Ñacurutú Bubo virginianus
Lechucita Vizcachera Athene cunicularia (sobre la costa del Coronda y Carcarañá)
Alilicucú Megascops choliba
Atajacaminos Chico Caprimulgus parvulus
Atajacaminos Tijera Hydropsalis brasiliana
Picaflor Verde Chlorostilbon aureoventris
Martín Pescador Grande o Matraca Ceryle torquata
Martín Pescador Mediano Chloroceryle amazona
Martín Pescador Chico Chloroceryle americana
Carpintero Real Común Colaptes melanolaimus
Carpintero del Cardón Melanerpes cactorum
Carpintero Bataraz Chico Picoides mixtus
Carpinterito Picumnus cirratus
Carpintero Blanco Melanerpes candidus
Chinchero Chico Lepidocolaptes angustirostris
Remolinera Cinclodes fuscus (migrador invernal en nuestra zona)
Cortarramas Phytotoma rutila (visitante invernal en nuestra zona)
Anambé Pachyramphus polychopterus (sólo hasta abril)
Sobrepuesto Lessonia rufa (visitante invernal en nuestra zona)
Pico de Plata o Viudita Hymenops perspicillatus
Picabuey Machetornis rixosus
Benteveo Pitangus sulphuratus
Suirirí Real Tyrannus melancholicus (sólo hasta marzo)
Tijereta Tyrannus savana (sólo hasta abril)
Burlisto Pico Canela Myiarchus swainsoni (sólo hasta marzo)
Churrinche Pyrocephalus rubinus (un individuo permaneció todo el invierno en el mismo monte de espinillo —acacia caven—, en una laguna frente a la desembocadura del Carcarañá)
Piojito Gris Serpophaga nigricans
Piojito Trinador Serpophaga griseicapilla
Golondrina Doméstica Progne chalybea (sólo hasta abril)
Golondrina Parda Phaeoprogne tapera (sólo hasta abril)
Golondrina Ceja Blanca Tachycineta leucorrhoa
Tacuarita Troglodytes aedon
Calandria Real Mimus triurus (visitante invernal en nuestra zona)
Calandria Grande Mimus saturninus (sobre la banda occidental del Coronda)
Zorzal Chalchalero Turdus amaurochalinus
Zorzal Colorado Turdus rufiventris
Tacuarita Azul Polioptila dumicola
Juan Chiviro Silbón Cyclarhis gujanensis
Arañero silbón Basileuterus leucoblepharus
Celestino Thraupis sayaca
Chiviro Pampa Saltator aurantiirostris
Pepitero Gris Saltator coerulescens
Cardenal Paroaria coronata
Cardenilla Paroaria capitata
Volatinero Volatinia jacarina
Corbatita Común Sporophila caerulescens
Chilenito o Corbatita Dominó Sporophila collares
Chingolo Zonotrichia capensis
Sietevestidos o Miente Mi Tío Poospiza nigrorufa
Monterita Cabeza Negra Poospiza melanoleuca
Chiviro de las Pajas o Verdón Embernagra platensis
Boyero Cacicus solitarius
Boyerito Icterus cayanensis
Tordo Pico Corto o Negrucho Molothrus rufoaxillaris
Morajú o Tordo Renegrido Molothrus bonariensis
Músico o La China Molothrus badius
Varillero o madrugador Agelaius cyanopus
Congo Agelaius ruficapillus
Varillero Ala Amarilla Agelaius thilius (cerca de Costa Grande)
Pecho Amarillo o Chororó Pseudoleistes virescens
Gorrión Passer domesticus (sólo en la costa occidental del Coronda)
Fotografías y textos: Maximiliano Leo.
Agradecimientos: a Javier, Marina, Pamela, Gabriel, Silvia, Julia, Candelaria, Gustavo, Florencia, Lihuel, Nadia, Iván y Mauricio por haber sido parte de las distintas expediciones en kayak y colaborar con las observaciones. A Clara, Tatiana y Rafael por permitirnos tener un lugar de desembarco para los kayaks en la Playa del Fuerte de Puerto Gaboto. A César —siempre— por iniciarme en esta aventura de vida. A Gilberto por ayudarme a conocer los nombres de los lugares de las islas Gaboteras.
Las islas ubicadas frente a la localidad de Puerto Gaboto representan un entramado de paisajes diferentes, unidos y definidos por el incansable curso del agua dulce. Estos «humedales del Río Paraná con grandes lagunas» son formados por el transporte fluvial de sedimentos que llegan desde la gran vastedad de regiones que comprenden la cuenca del Plata.
La biodiversidad es una característica sobresaliente de esta región: además de las cientos de especies de plantas nativas, tan solo en las islas ubicadas frente a Puerto Gaboto podemos encontrar más del 20 por ciento de todas las especies de aves de Argentina —muchas de ellas migratorias que llegan desde el Ártico—, más de 200 especies de peces, y varios mamíferos y reptiles incluidos dentro de la lista de especies amenazadas.
Estas reservas de agua dulce no sólo ofrecen un paisaje que llena de paz y belleza al visitante, sino que son de gran utilidad para la vida de los vecinos de Puerto Gaboto, pues naturalmente brindan servicios ecológicos de gran importancia.
Beneficios de vivir junto a humedales sanos:
-Atrapan y transforman contaminantes de las poblaciones ubicadas de aguas arriba de Puerto Gaboto, donde se incluyen grandes urbes como: Santa Fe, Paraná, Resistencia, Corrientes, Posadas, Cuiabá, Corumbá, Asunción, Sao Paulo, entre otras. En total, más de 100 millones de personas viven en nuestra cuenca, aguas arriba de Puerto Gaboto, y los humedales son imprescindibles para hacer que el agua que baña nuestras costas siga siendo de alta calidad. -A pesar de estar sitiados por una agricultura química altamente peligrosa para el ambiente y la salud de las personas, los humedales de las islas permiten que las especies animales y vegetales encuentren un sitio a salvo de las fumigaciones y los monocultivos de organismos genéticamente modificados. -Los hongos y las bacterias que abundan en los humedales descomponen grandes cantidades de material orgánico, transformándolos en nutrientes para hacer que los suelos que inunda el Paraná sean cada vez más fértiles. -Las plantas nativas de la isla procesan el smog que llega desde el cordón industrial ubicado a menos de 10 km del pueblo, secuestrando gases de efecto invernadero y de esa forma ayudando a combatir el calentamiento global. -Regulan el caudal de agua, haciendo que las inundaciones lleguen de forma pausada y suave sin que haya que lamentar pérdidas humanas o grandes pérdidas materiales, y en los años de sequía mantienen de forma permanente el agua dulce en sus grandes lagunas. -Los humedales recargan los acuíferos, almacenando agua dulce. Debajo de nuestros pies encontramos el gigantesco acuífero Guaraní, formado durante el descongelamiento de la última edad del hielo, que en el futuro puede ser la salvación al problema de la falta de agua en todo el mundo. -El río suministra agua potable de altísima calidad y muy fácil de filtrar para el consumo humano, sin el arsénico que se acumuló en nuestras napas en tiempos remotos, por el efecto de las cenizas volcánicas que llegaban desde la cordillera de los Andes. -Los humedales desalinizan los suelos, aumentando su fertilidad. -Producen por sí mismos madera, leña, forraje, materiales para la construcción. -Producen alimentos vegetales y animales, y también medicamentos. En Puerto Gaboto, más de 100 vecinos trabajan en la recolección de hierbas medicinales. -Fomentan la reproducción de pequeños animales nativos que polinizan las huertas y el arbolado público no sólo de nuestro pueblo, sino también de los pueblos vecinos que se encuentran rodeados por la agricultura química y carecen de espacios naturales. -Son de gran importancia para el enriquecimiento recreativo, deportivo, científico, educativo, artístico y cultural.
Cómo podés ayudar a la conservación y ser respetuoso con estas reservas de agua dulce:
Volvé a casa con la basura que generaste. Los envoltorios de plástico que arrojes al suelo van a terminar siendo arrastrados al río por el viento o la lluvia, y aguas abajo pueden provocar la muerte de animales. Los plásticos tardan siglos en desaparecer y en el camino perjudican a las especies no humanas que comparten nuestra Madre Tierra.
Si te gusta pescar, practicá la pesca responsable para que puedas agradecer al río lo que el río te dejó pescar y también puedan hacerlo las generaciones que vienen después que nosotros. Antes de la depredación generada por la exportación descontrolada de pescado, surubíes de 50 kilos proliferaban en estas aguas. Eso ya es pasado. Ahora te toca a vos ser parte del cambio a favor del regreso de los grandes migradores de agua dulce… o ser parte del problema.
Si pescaste, no dejes carnada o restos de cadáveres en el suelo o cerca de la costa. La putrefacción fomenta la proliferación de moscas y roedores.
Evitá el uso de armas de fuego sobre humedales de agua dulce. Los perdigones de plomo son altamente contaminantes y no pueden ser eliminados por la naturaleza, por lo que la contaminación se acumula en las lagunas y con el correr del tiempo traerán graves perjuicios.
Enseñales a tus hijos que donde pisa tu familia, el pasto que va a crecer será más verde.
Agradecé a la Madre Tierra que exista Puerto Gaboto: este paradisíaco balcón al río sin industrias con chimeneas ni efluentes cloacales, para que puedas venir una y otra vez, y cada vez que vengas encuentres este río de aguas purificadoras, bajo este cielo azul cristalino que te cubre con su manto de bendiciones.
Texto y fotos: Maximiliano Leo.
Texto revisado por Fabio Baena, Gabriel Quaranta, Vanesa Pacotti,
Cynthia Caballero y Lisandro Arelovich.
Inventario de las aves observadas en los meses de diciembre de 2014,
enero y febrero de 2015 por el OBI Puerto Gaboto.
Las islas ubicadas frente a la localidad de Puerto Gaboto representan un mosaico de humedales con una gran diversidad de paisajes diferentes, conocidos actualmente como los «humedales del Río Paraná con grandes lagunas»[1]. Anteriormente estos paisajes eran llamados Paraná Medio, Alto Delta, Predelta o Delta, y para no prestar confusión se utilizará el nombre actualmente acordado para estos ecosistemas. Estos humedales con grandes lagunas son formados por el transporte fluvial de sedimentos, que al ser depositados forman cursos de agua permanentes de distinta magnitud, islas, grandes lagunas, madrejones pertenecientes a antiguos arroyos, etc. Para realizar este inventario se recorrieron en kayaks unos 400 kilómetros durante cinco salidas, haciendo mayormente las observaciones desde las embarcaciones, y en menor cantidad al acecho en el campamento o al rececho caminando por el interior de las islas. El río alternó sus mediciones hidrométricas entre 3,30 m puerto Rosario – 3,50 m puerto Diamante, y 4,35 m puerto Rosario – 4,80 m puerto Diamante. Estas alturas anegan la mayoría de las playas evitando que muchas aves playeras migradoras desde el norte del continente americano encuentren lugar de estadía en las islas, por lo que apena pudimos ver algunas de estas aves cuando el río estuvo por debajo de 3,50 m puerto Rosario.
Información interesante:
Altura media período 1911-2010: 2,84 m puerto Rosario.
Altura media período 1981-2010: 3,54 m puerto Rosario.
Entre la diversidad de paisajes, este verano recorrimos: -Bosques de espinillo en los anegadizos junto a las barrancas santafesinas y entrerrianas. -Extensiones de grandes espejos de agua. -Albardones altos con bosques mixtos donde se encuentran especies como el canelón, timbó colorado o ingá. -Islas jóvenes con predominio de sauce. -Albardones antiguos con bosques de timbó blanco donde se encuentran restos de naciones preexistentes sobre costas y cerros. -Brazos principales y menores del río que arrastran grandes cantidades de sedimentos formando islas nuevas.
¿Por qué aves?
Los animales son excelentes indicadores para conocer el estado de conservación de un ambiente natural. Los relatos históricos nos cuentan cómo la agricultura para exportación eliminó a ñandúes, pumas y camélidos del pastizal pampeano, y su ausencia es una señal de enfermedad ambiental. Por ello estamos a tiempo de salvar las reservas de agua de los humedales, y una forma de hacerlo es conociendo cuáles especies silvestre las habitan, para hacer seguimientos en el tiempo y ver quiénes están, quiénes aparecerán y quiénes desaparecerán por culpa de la manipulación humana de la naturaleza. La observación de estos animales es una tarea muy sencilla pues las aves están por todos lados, se dejan observar, son abundantes, y con muy poca práctica y un equipo muy económico es posible hacer importantes relevamientos. Otros grupos de animales requieren de condiciones específicas para ser estudiados; por ejemplo, es difícil ver mamíferos nativos interactuando con el medio y muchas veces se estudian mediante la observación de heces o huellas. Tampoco es casi posible encontrar anfibios y reptiles en gran parte del año. Para observar peces es necesario quitarlos de su hábitat natural con el equipo y las técnicas adecuadas. Las aves, en cambio, son una excelente puerta de entrada para personas de cualquier condición y edad hacia el gran conocimiento de la naturaleza.
¿Qué es el OBI?
El Observatorio Islas es un Colectivo de vecinos y amigos, sin fines de lucro ni partidarios, que se dedica a la comunicación ambiental de temas culturales y naturales relacionados con los humedales de las islas. Tiene por objetivo crear sentimientos de pertenencia y amor hacia la Madre Tierra y los seres que la habitan.
Inventario de las aves observadas en el verano.
Macá Grande Podiceps major
Biguá Víbora Anhinga anhinga
Biguá Phalacrocorax olivaceus
Garza Mora Ardea cocoi
Hocó Colorado Tigrisoma lineatum
Chiflón Syrigma sibilatrix
Garza Blanca Egretta alba
Garcita Blanca Egretta thula
Garcita Azulada Butorides striatus
Cuaco Nycticorax nycticorax
Cabeza de Hueso Mycteria americana
Tuyango Ciconia maguari
Cuervillo Cara Pelada Phimosus infuscatus
Bandurria o Cuervillo de Cañada Plegadis chihi
Chajá Chauna torquata
Pato Criollo, Real o Picazo Cairina moschata
Sirirí Colorado Dendrocygna bicolor
Sirirí Pampa Dendrocygna viduata
Pato Silbón o Cutirí Amazonetta brasiliensis
Pato de Collar Callonetta leucophrys
Caracolero Rostrhamus sociabilis
Taguató Buteo magnirostris
Carancho Caracara plancus
Halcón plomizo Falco femoralis (sobre las barrancas de Monte de la Paloma)
Carau Aramus guarauna
Ipacaá o Gallineta Aramides ypecaha
Gallineta Común Rallus sanguinolentus
Pollona Negra Gallinula chloropus
Pollona Azul Porphyrula Martinica
Gallito de Agua Jacana jacana
Tero Real Himantopus melanurus
Tero Vanellus chilensis
Gaviota sp Larus sp
Chorlito de Collar Charadrius collares
Playerito Pectoral Calidris melanotos (un solo registro)
Pitotoy solitario Tringa solitaria (sólo con el río debajo de los 3,50 puerto Rosario)
Becasina Común Gallinago gallinago
Atí Phaetusa simples
Gaviotín Chico Sterna superciliaris
Rayador Rynchops niger
Paloma Picazuró Columba picazuro
Paloma Manchada Columba maculosa
Paloma Doméstica Columba livia (frente al puerto de Diamante)
Torcaza Zenaida auriculata
Torcacita Columbina picui
Yerutí Leptotila verreauxi
Cotorra Myiopsitta monachus
Cuclillo Canela Coccyzus melacoryphus
Cuclillo Chico Coccyzus cinereus
Pirincha Negra Crotophaga ani
Pirincha Guira guira
Crespín Tapera naevia
Lechuza de Campanario Tyto alba
Ñacurutú Bubo virginianus
Alilicucú Megascops choliba
Atajacaminos Tijera Hydropsalis brasiliana
Atajacaminos Chico Caprimulgus parvulus
Picaflor Verde Chlorostilbon aureoventris
Picaflor Bronceado Hylocharis chrysura
Martín Pescador Grande o Matraca Ceryle torquata
Martín Pescador Mediano Chloroceryle amazona
Martín Pescador Chico Chloroceryle americana
Carpintero Real Colaptes melanolaimus
Carpintero del Cardón Melanerpes cactorum
Carpintero Blanco Melanerpes candidus
Carpintero Bataraz Chico Picoides mixtus
Carpinterito Picumnus cirratus
Chinchero Chico o Picapalo Lepidocolaptes angustirostris
Calandria Grande Mimus saturninus (en las barrancas entrerrianas)
Zorzal Chalchalero Turdus amaurochalinus
Zorzal Colorado Turdus rufiventris
Tacuarita Azul Polioptila dumicola
Chiví Vireo olivaceus
Juan Chiviro Silbón Cyclarhis gujanensis
Arañero Cara Negra Geothlypis Aequinoctialis
Arañero Silbón Basileuterus leucoblepharus
Celestino Thraupis sayaca
Chiviro Pampa o Pepitero de Collar Saltator aurantiirostris
Juan Chiviro o Pepitero Gris Saltator coerulescens
Cardenal Paroaria coronata
Cardenilla Paroaria capitata
Corbatita Sporophila caerulescens
Chilenito o Corbatita Dominó Sporophila collares
Jilguero Dorado o Misto Sicalis flaveola
Chingolo Zonotrichia capensis
Miente Mi Tío, Bichi Bichi o Sietevestidos Poospiza nigrorufa
Monterita Cabeza Negra Poospiza melanoleuca
Cabecitanegra Carduelis magellanica
Boyero Negro Cacicus solitarius
Boyerito Icterus cayanensis
Tordo Pico Corto Molothrus rufoaxillaris
Morajú o Tordo Renegrido Molothrus bonariensis
Músico o La China Molothrus badius
Varillero Agelaius cyanopus
Congo Agelaius ruficapillus
Varillero Ala Amarilla Agelaius thilius
Carpecho o Pecho Colorado Sturnella superciliaris
Gorrión Passer domesticus en la costa entrerriana
Otras especies animales observadas durante el verano que merecen especial atención: Carpincho Hydrochoerus hydrochaeris. Lobito de río Lontra longicaudis. Este animal es considerado un indicador ambiental de agua en buen estado. Los vecinos de Puerto Gaboto dicen que ahora que ya no se comercializa su cuero se lo observa con más frecuencia. Gato montés Oncifelis Geoffroyi. Al igual que el zorro de monte, su supervivencia depende de la salud ambiental de los albardones. Zorro de monte Cerdocyon thous. Tatú Dasypus novemcinctus. Si bien la especie se encuentra desde EEUU hasta Argentina y Uruguay, el rápido deterioro ambiental que sufre la Argentina hace que pueda peligrar su futuro en estas regiones.
Fotografías y textos: Maximiliano Leo.
Agradecimientos: a Eleonora, Alejandro, Javier, Pamela, Gabriel, Silvia y Mauricio por haber sido parte de las distintas expediciones en kayak y colaborar con las observaciones. A Lina, por prestarnos su pequeño paraíso. A Clara, Tatiana y Rafael por permitirnos tener un lugar de desembarco para los kayaks en la Playa del Fuerte de Puerto Gaboto. A Paulo por la información hidrométrica del río. A César —siempre— por iniciarme en esta aventura de vida. A Diego y Alejandro porque de forma desinteresada me ayudan a identificar las aves. A Diego, Germán y Martín, por enseñarme los nombres gaboteros de las especies de aves.
[1] ” Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. “Los humedales del corredor fluvial Paraná-Paraguay, Argentina”, CABA 2014
Imágenes de las diferentes salidas del verano.
Mostacilla Picapalo Colorado. Laurel gigante. Rothschildia. Rothschildia. Con nido de hornero incluido. Ingá. Buscando una huella. Dormilón chico. Jóvenes e ictéridos. La Playa del Fuerte durante la crecida de enero. Su belleza se potencia. Arroyo el Ternero. Trita Liquén, de la capa con vida. El cacique montaraz. Arroyo Caviglia. Calle costera en el Monte de la Paloma. Carpinterito. Sueldas trepando al ceibo. Tormenta de verano. Benteveo rayado. Registro de Chinchero Grande. Valle María. Garcita Azulada. Irupés o Fuentes de Agua. Arácnido grande. Hocó Colorado. Lobito en el ocaso. Juveniles de Espinero Pecho Manchado. Nutrias. Descanso en el arroyo Sacacalzones. Camoatí grande. Laguna camino a Costa Grande. Pirincha Negra. Garza Mora. Pato Picazo o Real. Nutria. Chinchero Chico. Rayador. Liga en sauces atacados por gatas peludas. Ñacurutú. Pollona azul. Río Coronda. Manga de agua. Balneario en la Boca de Monje. Acceso al agua potable. Martín Pescador Mediano. Río Coronda. Mariposas en el guaco. Juntando calzados en un remanse de mugre humana. Paso del Barco Hundido. Policía Rural. Carau. Carpincho. Zorrito de monte. Registro de tatú. Pajonal. Oruga de los sangres de drago. Ñacurutú bajo la lluvia. Tormenta en el Largo. Arroyo adentro. Gata peluda de los sauces. Playerito Pectoral. Juntura en el Saco de Carlino. Culebrita verde cruzando las Cañitas. Expedicionarios con sus naves. Nuestro cielo de cada noche. Juntura en el Ternero. Ingá. Timbotal gigante en el Paranacito.
Soy del sol su energía, de la arcilla bermeja el cuerpo, del río el alma que echa raíces por toda la comarca. Soy Trita Liquén, de la Capa con Vida, y ésta es la historia de uno de mis viajes.
Mis tres compañeros de viaje: los dos altos son los humanos motor; el que aparece debajo, conduciendo el kayak más hermoso del universo es Trito Timai, mi amigo.
Un ñacurutú al iniciar el viaje: señal que el monte nos cuidará. Gracias, amigo gigante y discreto.
Defendé tu río. El cartelito ubicado estratégicamente en la salida del Ternero, lleva dos años ahí señalando el lugar de descanso al larguísimo tirón de corriente en contra. Es importante esta posta para que los humanos motor descansen antes de que les ordenemos que sigan con el viaje.
El curutié colorado siempre discreto, siempre presente, siempre dueño del arbusto y lo bajo, y siempre tan desconocido.
Aguas adentro en las vertientes del delta del río Paraná. Aquí nace la vastedad de final de este gran mosaico de humedales.
Casi finalizando el paso del Lago, un gigantesco ingá del Parque Nacional Islas de Santa Fe.
¿Cuántas horas de remo separan estas orillas, que crean el espejismo del fin del mundo? Unas cuatro de arribada, a la paciente velocidad que da la sangre, que pueden estos humanos motor que marchan y aprenden la sabiduría del no apuro, del no llegar, del viaje en cada palada.
Una autopista para mercancías. Ése es el río que quieren los humanos, muy diferente al que necesitan.
Un músico ocupando el nido que alguna vez bioconstruyera el hornero. Muchos tordos han aprendido a ahorrar energía, y les va muy bien.
Como hace una década, las gatas peludas vuelven a crecer en población. Los sauces son su alimento. Pronto serán sólo pupas y los árboles reverdecerán.
Ésta parece una rama que las orugas hubieran querido perdonar, pero es una liga, una planta parásita que vive y muere con el árbol.
Una formación de barcazas al frente. Nosotros, ocultos por el monte, no existimos para ella. La autopista y la vida andan tras diferentes intereses.
Hasta aquí está bien para la primera jornada de navegación.
¿Cómo estás, amigo dormilón? Es hora de lucir tus vibrisas cuales redes. ¡¡A cazar!!
El Yasí. En noches de luna grande como éstas dejaba el silencio de raíces para llegar hasta mis hojas y poder sentir tu luz. Acá sigo, ahora he dejado mi cuerpo de árbol para andar por las aguas que bañaron mis costas por tantos años. ¿Dónde habrá quedado mi curupí? ¿Seguirá de pie, detrás del primer zanjón del Destilería?
El amanecer y esta parte del planeta. Dos maravillas reunidas, como cada día. Dichosos mis ojos, que pueden verlos juntos.
Este año, con tanta agua, los rayadores no la tienen fácil. Volverán los veranos de playa y nidos. Paciencia ahora.
El bandurrial despierta en V, mudando de lagunas.
El humano cargando combustible para otro día de llevar su bote.
La hora de alimentarse para muchas criaturas de la isla.
Emú emú curioso que se acercó a los kayaks. La muerte no es nuestra necesidad ni diversión, acercate tranquilo.
Mientras los humanos motor descansan y hacemos camalote, me acerco a conversar con mi amigo Trito Timai.
Albardón viejo en el Correntoso.
¿Qué te ha pasado, biguá, que no volás? ¿Tenés dañada el ala?
Me acuerdo de la historia que se cuenta sobre la foto del biguá:
Los humanos terminaron por destruir el mundo. Los sobrevivientes coleccionaban, cual bienes preciados de lo que alguna vez vieron sus abuelos, aquellas cosas que olvidaban la cultura y evocaban la naturaleza. Cultura causa, naturaleza víctima.
Donde alguna vez estuvo Diamante, en lo que fue Entre Ríos, entre los escombros del puerto y la mugre de plástico que se remanseaba ahí, el niño halló una foto dentro de un envase que el tiempo no pudo abrir, y la ocultó celosamente para que los coleccionistas pesados y peligrosos no se la arrebataran. La imagen era de un biguá, el niño sabía que las aves fueron los animales con picos y plumas que podían volar como ahora lo hacían las moscas.
El niño no entendía cómo los humanos pudieron destruirlo todo: cómo consumían alimentos envasados y arrojaban al agua o a la tierra los envoltorios, cómo pescaban o mataban sin hambre a esos seres hermosos que él coleccionaba en imágenes, cómo encendían un motor para evitar caminar mil pasos, cómo habiendo tenido un mundo tan hermoso se encerraban a ver esos artefactos que llamaban televisores y parecían cuadros oscuros, cómo teniendo tierra fértil la contaminaban para fabricar semillas que alimentaban chanchos y pollos en lo que llamaban China. El niño no entendía las conductas de los humanos del pasado, y aquellos humanos del pasado tampoco entendían las conductas de los humanos que renegaban de eso llamado progreso.
Los árboles podemos ver el futuro, sabemos del pasado y no hemos olvidado cada vida que hemos sido.
Un picazo en la rama (cairina moschata silvestre). Estos animales sí que son esquivos, y cada vez más escasos. Ya desaparecieron de muchos paisajes.
Cairina moschata sylvestris
Las florestas del pierden altura, como sus barrancas, y el paisaje se interna en una zona lagunera.
La garza mora escapa con el avance de los botes. Los animales tardan en darse cuenta qué son esos cuerpos color tapia que avanzan, hasta que por fin distinguen a los humanos motor y huyen.
¿De qué lejano pasado llega tu estirpe, pirincha negra?
La Costa Grande a la vista.
Juntura de aguas laguneras y de correntada.
El camoatí pegado al sauce. Cuánta dulzura en tu corazón. Si te habré tenido entre mis ramas, cuando era árbol.
Es hora de recargar combustible y no hay mejor estación de servicio en el enero que una sombra. En estos parajes del planeta, el año costero divide los meses en cuatro de mucho calor, dos de frío y seis perfectos. Enero es crítico. Los humanos motor recalientan sin los tenemos muchas horas funcionando: dolor de cabeza, diarrea, quemaduras. Y hay que cuidarlos, porque no se consiguen muchos que aguanten este tipo de travesías.
Dejado atrás el paisaje lagunero, retomamos un cauce arbolado para buscar un lugar de acampe.
Perfecto el lugar para acampar. Poca pendiente en la bajada al agua, mucha leña, buena sombra. A disfrutar de la tierra firme.
En la medialoma larga que se extiende hacia el poniente los animales también se preparan para esperar la noche. Los diurnos se acercan a sus nidos y los nocturnos se aprestan a dejarlos.
Un espinero llama a sus niños.
Responde un arañero cercano.
Y por fin aparecen los pequeños espineritos.
La noche cae sobre la isla, y el lobito aprovecha la claridad del Yasí para una última cacería, antes de volver a su nido en la barranca.
La mañana suena a chicharras que anuncian mucho calor. Atravesamos el tercer mes de calor litoraleño, el más fuerte. El sol sobre capricornio en la altura y al sur en los horizontes. No hay donde esconderse. Hoy tendremos que cuidar a los humanos motor más que otros días, aunque se los ve tranquilos y sin apuro.
El pequeño Diego Román, niño costero y gran conocedor de los secretos del río, estuvo corrigiendo los nombres que la gente de Buenos Aires les da a los animales. ¿A quién se le ocurre decirle real a un pato color picazo? Real… ¿real? Si hace de 1810 que al rey ya no le hacemos caso.
Dejamos el lugar de acampe cuando el sol ya está alto. Señal que no hemos madrugado.
Seguimos aguas arriba y adentro, buscando un arroyo que conecte con éste y nos acerque otra vez al cauce principal del Paraná.
Un discreto hocó nos controla desde lo alto del sauce.
El ñandipay ha alcanzado la isla en estos lugares. Le gusta la barranca, pero se ha asomado al río.
La tijerilla nos saluda, también bendice nuestro trajinar.
—No sé si me pesa más el hongo o la rama desproporcionada que me ha crecido.
—Pobrecito, Timbó de los Más Feos. Ojalá algún rayo pueda amputarte estas penas que estás pagando.
—Gracias, Trita Liquén, de la Capa con Vida. No es de árboles andar dejando las raíces, pero tu destino errabundo fue más fuerte que el deseo de cumplir una muerte de pie. Buen viaje por la comarca del agua dulce.
—Buen viaje, Timbó de los Más Feos.
El calor es mucho y el lugar es hermoso. No dejemos que pase de largo. Busquemos un lugar para detener la navegación y disfrutemos de estos montes.
La tarde se va yendo y las hojas empiezan a mostrar la luz de sus lados sombreados. Qué hermoso.
Entonces el día se aleja hasta la mañana siguiente.
Y la oscuridad… y sus ángeles iluminados por estrellas.
Trito Timai canta afuera. Hoy anduvo todo el día silbando melodías del tiempo imaguaré.
El laurel es reparo en verano como en invierno. Este laurenzal no puede sino ser una caricia en el enero que no perdona.
Somos su voz,
a través de nosotros
habla la Tierra.
Así reza este haiku de la costa, y sabe de nosotros…
…que fuimos los diez mil seres que pueblan el paisaje, y en el camino final de las generaciones disfrutamos de los seis sentidos sin preguntarnos por ninguno de ellos.
Dichoso quien ve la flor, sin ver qué flor, y sabe que ella es todas.
El hogar del islero. Cada vez quedan menos humanos viviendo en la isla. La lógica del progreso hace que sólo los centros urbanos se desarrollen, y los campos quedan sin campesinos, y la agricultura se hace sin agricultores, y también, como un coletazo de eso que concentra la tierra en manos de quien no la trabaja, también las islas se ven afectadas por la pérdida del patrimonio cultural.
Ganado nuevamente el canal principal del Paraná, la autopista para mercancías se vuelve a hacer presente rompiendo con la naturaleza.
Diamante a la vista, detrás de los nuevos islotes.
Un nuevo arroyo para evitar remontar la curva gigantesca que termina en la Punta Gorda. Hermoso el paisaje de estos sitios
Se nota que nos acercamos a una ciudad.
Otra maravilla natural a la vista. Los irupés ya agrandan sus hojas en su ciclo de cada año.
Sauces, sandías y azuladita.
La costa de Valle María a la vista. El lugar no está bueno para acampar, demasiados humanos, demasiada música fuerte tapando el canto de las aves, poca sombra. Regresemos a Diamante a ver cómo está el Club Náutico.
El Náutico a la vista.
Poca gente, mucha paz, buen lugar para que los humanos motor descansen de cinco días de remada bajo el sol de enero.
Ahí mi amigo Trito Timai, una carranca lenta que migró a la cuenca paranacera.
¡No! ¿¿En Diamante se les rinde culto a los motiteros?? Necesito exorcizarme después de ver esto.
A ver, acá… un lugar santo. Éste no.
Subamos la pendiente de las altas barrancas diamantinas.
Al fin… sal demonio de mi madera.
Qué bueno encontrar un texto de Alba Rico en un diario entrerriano.
El calor avanza y no hay donde esconderse.
Los tordos de pico corto tienen un plumaje que nos ayuda con el sol.
Y entonces la inestabilidad… por fin…
El oscurecimiento y una lluvia fresca que duró hasta muy avanzada la noche.
Amanece y el arroyo La Ensenada aprovecha la lluvia que pasó para quitarse mucha mugre de continente adentro. Acá un algo flotando.
Saludo de los humanos motor antes de seguir el viaje río arriba, ahora evitando arroyos para desplazarnos por los cauces más caudalosos.
Entramos en un paisaje con rocas formadas por arcillas muy diferentes a las que llenaron de rojo la pampa santafesina.
Un gran ceibo decorado hasta arriba por epífitas.
Don cururú.
Un carpinterito nos recibe en el Monte de la Paloma. El primer saludo montaraz de las barrancas de la banda oriental.
Chivato. Considerado por los humanos como el árbol más hermoso del planeta. Aunque seas exótico, sabemos lo que tu raza padece en Madagascar. Eres bienvenido en tu exilio salvador.
Calles para rodados humeantes.
Piedra abierta en el paisaje. Belleza natural de la costa.
El templo del repetir y memorizar.
Y allá la delgada huella que se interna en el continente.
Los árboles podemos ver el futuro, sabemos del pasado y no hemos olvidado cada vida que hemos sido. También fui vaca en la época en que los humanos no habían sometido la especie. Estás vestida de monte antes de tu asesinato. Te deseo una muerte rápida, con poco dolor, inevitable en los tiempos que acontecen.
De regreso a la costa: alejarse del agua no es bueno. Nunca es bueno.
El pescador con salvavidas. Cuántos han sido llamados por Y Yara, y cuántos más serán llamados por este espíritu por no usar el chaleco.
La autopista de mercancías se anuncia cerca.
La tarde se va lenta. Otro día que se ha marchado para siempre.
Está oscuro y hay pileta en desuso. Señal que visitaré a mis amigos anfibios.
Sapito de las cuevas. Los bordes lisos no se han hecho para vos. Vamos a sacarte de la pileta antes de que mueras de cansancio.
Ranas. Ustedes sí que la tienen más fácil mientras no aparezcan lechuzas o víboras.
Los humanos motor se fueron a caminar por un arroyo que baja desde los vestigios de la selva montielera.
El montaraz mira el mundo con una lupa. No hay vastedad para su derrotero que no incluya cada laguna o monte por más lejano e intrascendente que parezca. No hay montaraz sin la búsqueda de las últimas siluetas que asoman tras el infranqueable yuyerío de tapias y pajonal.
Shilá que está lindo el arroyo.
En la lengua de nuestros antepasados Chanáes —esas personas que pisaron y vivieron la isla antes que nosotros— la palabra «shilá» significaba reír o hacer el amor.
Es maravilloso que en la cultura que hemos pisoteado y reducido a cazadores/recolectores se festejara el cuerpo, el amor, el sexo, y se lo relacionara con la risa y la alegría… qué distintos somos nosotros. Cuánto hemos perdido.
Sueño de maderas y agua,
de maderas que emergen vivas
desde el fondo del arenal;
sueño de maderas
sin savia
yendo abajo a formar islotes.
Hay ellos en mis sueños.
Monumento de la religión católica.
En el verde sur del Planeta Tierra, la selva tropical vierte vida en semillas y criaturas que son arrastradas en el agua dulce por miles de kilómetros hasta la gran planicie de inundación, una vasta región donde el agua manda, llamada delta del Paraná.
Aquí nadamos en sus horas previas. Aquí se gesta el delta, para nacer horas de remo abajo. Qué maravilla.
Los humanos motor no terminan de acostumbrarse al sol de la tarde en la banda entrerriana. Les gusta el sol desde la perspectiva santafesina, iluminando la isla, oculto de sus cuerpos tras de los árboles. No resisten un sol sobre las islas y otro bajo el agua, ambos apuntando al mismo tiempo desde el oeste. Se esconden hasta que casi cae por detrás de los sauces. Los entrerrianos son más resistentes a los dos soles.
El monte come.
Como la obra de los humanos.
El monte come y la tierra dobla y borra las escuadras.
Tiempo de regresar a Puerto Gaboto, el pueblito costero más hermoso del mundo. Molestamos un ratito a la condenada a muerte para acomodar los kayaks y partimos.
GRACIAS, LINA MONFORT, POR LAS PUERTAS ABIERTAS DE TU HERMOSA MORADA.
Mi humana motor se llama Pamela.
El humano motor de Trito se llama Maximiliano.
Los humanos son en función de lo que les da dinero. Hay los que son albañiles, maestros, médicos, amas de casa, empleados. Estos dos, en cambio, son kayakistas. Simplemente kayakistas.
Adiós Monte de la Paloma, adiós Diamante.
Arroyos angostos para endulzar el alma.
Otro foco de gatas peludas.
Volvemos al río grande… gigante.
Cuidado que todavía se asoman los hierros del mangrullo.
Un Edgar Alla Poe en el suelo de la isla.
El kayak más hermoso del universo salvaguarda el nombre del cacique que el monte no puede olvidar.
Esta travesía nació hace mucho, allá en el Ternero. Ahora volvemos a sus aguas, que no son las mismas, en ese mismo arroyo. Y otra vez en casa.
Un viaje en kayak es menos una travesía, un recorrido, que una construcción que se erige día a día y con la paciencia que enseñan los árboles. Así, de nosotros, van aprendiendo estos humanos.
Y entonces Trita Liquén, de la Capa con Vida, quedó en silencio.
Imágenes y música del viaje.
Listado de aves observadas en el viaje:
1. Macá Grande Podiceps major
2. Aninga Anhinga anhinga
3. Biguá Phalacrocorax olivaceus
4. Garza Mora Ardea cocoi
5. Hocó Colorado Tigrisoma lineatum
6. Chiflón Syrigma sibilatrix
7. Garza Blanca Egretta alba
8. Garcita Blanca Egretta thula
9. Garcita Azulada Butorides striatus
10. Cuaco Nycticorax nycticorax
11. Cabeza de hueso Mycteria americana
12. Tuyango Ciconia maguari
13. Cuervillo Cara Pelada Phimosus infuscatus
14. Bandurria Plegadis chihi
15. Chajá Chauna torquata
16. Pato Real Cairina moschata
17. Sirirí Colorado Dendrocygna bicolor
18. Sirirí Pampa Dendrocygna viduata
19. Pato Silbón o Cutirí Amazonetta brasiliensis
20. Pato de Collar Callonetta leucophrys
21. Caracolero Rostrhamus sociabilis
22. Taguató común Buteo magnirostris
23. Carancho Caracara plancus
24. Halcón plomizo Falco femoralis (sobre Diamante y Monte de la Paloma)
25. Carau Aramus guarauna
26. Ipacaá o Gallineta Aramides ypecaha
27. Gallineta Común Rallus sanguinolentus
28. Pollona Negra Gallinula chloropus
29. Jacana Jacana jacana
30. Tero real Himantopus melanurus
31. Tero Común Vanellus chilensis
32. Chorlito de Collar Charadrius collares
33. Becasina Común Gallinago gallinago
34. Atí Phaetusa simples
35. Gaviotín Chico Común Sterna superciliares
36. Rayador Rynchops niger
37. Paloma Picazuró Columba picazuro
38. Paloma Manchada Columba maculosa
39. Paloma Doméstica Columba livia en la isla sólo frente al puerto de Diamante
40. Torcaza Zenaida auriculata
41. Torcacita Columbina picui
42. Yerutí Leptotila verreauxi
43. Cotorra Myiopsitta monachus
44. Cuclillo Canela Coccyzus melacoryphus
45. Cuclillo Chico Coccyzus cinereus
46. Pirincha negra Crotophaga ani
47. Pirincha Guira guira
48. Crespín Tapera naevia
49. Lechuza de Campanario Tyto alba
50. Ñacurutú Bubo virginianus
51. Alilicucú Megascops choliba
52. Atajacaminos Tijera Hydropsalis brasiliana
53. Picaflor Verde Chlorostilbon aureoventris
54. Picaflor Bronceado Hylocharis chrysura
55. Martín Pescador Grande Ceryle torquata
56. Martín Pescador Mediano Chloroceryle amazona
57. Martín Pescador Chico Chloroceryle americana
58. Carpintero Real Común Colaptes melanolaimus
59. Carpintero del Cardón Melanerpes cactorum
60. Carpintero Bataraz Chico Picoides mixtus
61. Carpinterito Picumnus cirratus
62. Chinchero Chico Lepidocolaptes angustirostris
63. Chinchero grande : Drymornis bridgesii
64. Hornero Furnarius rufus
65. Curutié Colorado Certhiaxis cinnamomea
66. Pijuí Frente Gris Synallaxis frontales
67. Pijuí cola parda : Synallaxis albescens en Monte de la Paloma
68. Espinero Grande Phacellodomus ruber
69. Espinero Pecho Manchado Phacellodomus striaticollis
70. Chororó Taraba major
71. Anambé Común Pachyramphus polychopterus
72. Tijerilla Xenopsaris albinucha
73. Pico de Plata Hymenops perspicillatus
74. Benteveo Rayado Myiodynastes maculatus
75. Viudita Blanca Fluvicola pica
76. Picabuey Machetornis rixosus
77. Suirirí Amarillo Satrapa icterophrys
78. Benteveo Pitangus sulphuratus
79. Suirirí Real Tyrannus melancholicus
80. Tijereta Tyrannus savana
81. Burlisto Pico Canela Myiarchus swainsoni
82. Suirirí Suiriri suiriri
83. Piojito Gris Serpophaga nigricans
84. Fiofio Silbón Elaenia albiceps
85. Golondrina Doméstica Progne chalybea
86. Golondrina Parda Phaeoprogne tapera
87. Golondrina Ceja Blanca Tachycineta leucorrhoa
88. Tacuarita Troglodytes aedon
89. Cachirla Chica Anthus chii
90. Calandria Grande Mimus saturninus en la costa entrerriana
91. Zorzal Chalchalero Turdus amaurochalinus
92. Zorzal Colorado Turdus rufiventris
93. Tacuarita Azul Polioptila dumicola
94. Chiví Común Vireo olivaceus
95. Juan Chiviro Cyclarhis gujanensis
96. Arañero Cara Negra Geothlypis Aequinoctialis
97. Arañero silbón Basileuterus leucoblepharus
98. Celestino Común Thraupis sayaca
99. Chiviro Pampa o Pepitero de Collar Saltator aurantiirostris
100. Juan Chiviro o Pepitero Gris Saltator coerulescens
101. Cardenal Común Paroaria coronata
102. Cardenilla Paroaria capitata
103. Jilguero Dorado Sicalis flaveola
104. Chingolo Zonotrichia capensis
105. Sietevestidos Poospiza nigrorufa
106. Cachilo ceja amarilla Ammodramus humeralis en Monte e la Paloma
107. Monterita Cabeza Negra Poospiza melanoleuca
108. Cabecitanegra Común Carduelis magellanica
109. Boyero Negro Cacicus solitarius
110. Boyerito Icterus cayanensis
111. Tordo Pico Corto Molothrus rufoaxillaris en Diamante
112. Morajú o Tordo Renegrido Molothrus bonariensis
113. Músico Molothrus badius
114. Varillero Negro Agelaius cyanopus
115. Varillero Congo Agelaius ruficapillus
116. Varillero ala amarilla Agelaius thilius
117. Gorrión Passer domesticus en la costa entrerriana
—No. Estás equivocado. Nada por hacer, sólo por ser.
—¿Cuánto por ser?
Cansado de tanta derrota, de tanto derroche de hacer, de tanto por migas, de tanta retórica y exposición para torcer la voluntad de tan poco.
Cansado de enfrentar la naturaleza humana, se aprende que la desesperanza lleva a la resignación y que hay lo lúgubre en esa resignación. Lúgubre carente de brillo y vida, de oscuridad y nada. Pero casi imperceptible, casi nada… hay en lo que no brilla el haz ínfimo que logra atravesar donde está la gotera, la hendija, la grieta, el ladrillo mal pegado.
Hay la luz en el haz minúsculo. Y aunque no parezca, aquella enorme claridad que se fue desvaneciendo tras cada derrota, está compuesta por el mismo nutriente que mantiene siempre vivo al pequeño haz de luz.
¿Dónde sembrar? ¿En la oscuridad de la derrota y el desprestigio, ahí donde la naturaleza humana nos empuja al corromper o desertar, o buscamos en el haz que no hace más que iluminar el paso siguiente?
¿Dónde buscar? No hay buscar… hay no buscar, sólo andar por donde no se necesitan esfuerzos.
Nada hace el camalote. Y como nada hace, florece… y después tapea.
——–
Texto: Maximiliano Leo.
Fotos: Pamela Ramírez Reyes y Maximiliano Leo
Fuentes de inspiración y plagio: Las islas, los humanos adultos y el Tao te king de Lao Tse.
Recolectando zarza y toratay.
Emú emú en retirada.
Monte espeso.
Arroyo adentro junto al Parque Nacional Islas de Santa Fe.
El jardín del edén.
Novias leves del azul.
Timbóes colosos entre el pajonal.
Humedal adentro.
Paz al final del día.
Mburucuyá miní.
La playa más hermosa del mundo.
Lo que es pregunta en la respuesta.
El Bellaco.
Pizza casera con salsa de camalote.
El camping más lindo de Gaboto.
Reservas de agua dulce.
Espuma de chicharritas.
Dura la vida del kayakista.
Embalsado.
Florecieron las cabombas.
Nuestro jardín subacuático de agua mineral.
Síi. La islas.
Repentina floración de la verdolaga.
Macá pico grueso.
Macá grande adulto.
Macá grande niño.
Embalsado sospechoso.
Espinero grande.
El jardín de los senderos que se bifurcan.
Por probar el vino y el agua salada.
PARA OLVIDARSE DE SER REY Y SER FELIZ.
No puede ser tan hermoso.
Colores del volver a casa de cada tarde.
El monte oscuro.
Antes del último cruce, matecitos y jugar por última vez.
El río… la fuente de vida del pueblito costero más hermoso del mundo.
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