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CORAZÓN DE CURUPÍ

Soy del sol su energía, de la arcilla bermeja el cuerpo, del río el alma que echa raíces por toda la comarca. Soy Trita Liquén, de la Capa con Vida, y ésta es la historia de uno de mis viajes.

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Mis tres compañeros de viaje: los dos altos son los humanos motor; el que aparece debajo, conduciendo el kayak más hermoso del universo es Trito Timai, mi amigo.

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Un ñacurutú al iniciar el viaje: señal que el monte nos cuidará. Gracias, amigo gigante y discreto.

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Defendé tu río. El cartelito ubicado estratégicamente en la salida del Ternero, lleva dos años ahí señalando el lugar de descanso al larguísimo tirón de corriente en contra. Es importante esta posta para que los humanos motor descansen antes de que les ordenemos que sigan con el viaje.

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El curutié colorado siempre discreto, siempre presente, siempre dueño del arbusto y lo bajo, y siempre tan desconocido.

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Aguas adentro en las vertientes del delta del río Paraná. Aquí nace la vastedad de final de este gran mosaico de humedales.

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Casi finalizando el paso del Lago, un gigantesco ingá del Parque Nacional Islas de Santa Fe.

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¿Cuántas horas de remo separan estas orillas, que crean el espejismo del fin del mundo? Unas cuatro de arribada, a la paciente velocidad que da la sangre, que pueden estos humanos motor que marchan y aprenden la sabiduría del no apuro, del no llegar, del viaje en cada palada.

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Una autopista para mercancías. Ése es el río que quieren los humanos, muy diferente al que necesitan.

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Un músico ocupando el nido que alguna vez bioconstruyera el hornero. Muchos tordos han aprendido a ahorrar energía, y les va muy bien.

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Como hace una década, las gatas peludas vuelven a crecer en población. Los sauces son su alimento. Pronto serán sólo pupas y los árboles reverdecerán.

Ésta parece una rama que las orugas hubieran querido perdonar, pero es una liga, una planta parásita que vive y muere con el árbol.

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Una formación de barcazas al frente. Nosotros, ocultos por el monte, no existimos para ella. La autopista y la vida andan tras diferentes intereses.

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Hasta aquí está bien para la primera jornada de navegación.

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¿Cómo estás, amigo dormilón? Es hora de lucir tus vibrisas cuales redes. ¡¡A cazar!!

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El Yasí. En noches de luna grande como éstas dejaba el silencio de raíces para llegar hasta mis hojas y poder sentir tu luz. Acá sigo, ahora he dejado mi cuerpo de árbol para andar por las aguas que bañaron mis costas por tantos años. ¿Dónde habrá quedado mi curupí? ¿Seguirá de pie, detrás del primer zanjón del Destilería?

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El amanecer y esta parte del planeta. Dos maravillas reunidas, como cada día. Dichosos mis ojos, que pueden verlos juntos.

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Este año, con tanta agua, los rayadores no la tienen fácil. Volverán los veranos de playa y nidos. Paciencia ahora.

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El bandurrial despierta en V, mudando de lagunas.

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El humano cargando combustible para otro día de llevar su bote.

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La hora de alimentarse para muchas criaturas de la isla.

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Emú emú curioso que se acercó a los kayaks. La muerte no es nuestra necesidad ni diversión, acercate tranquilo.

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Mientras los humanos motor descansan y hacemos camalote, me acerco a conversar con mi amigo Trito Timai.

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Albardón viejo en el Correntoso.

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¿Qué te ha pasado, biguá, que no volás? ¿Tenés dañada el ala?

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Me acuerdo de la historia que se cuenta sobre la foto del biguá:

Los humanos terminaron por destruir el mundo. Los sobrevivientes coleccionaban, cual bienes preciados de lo que alguna vez vieron sus abuelos, aquellas cosas que olvidaban la cultura y evocaban la naturaleza. Cultura causa, naturaleza víctima.

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Donde alguna vez estuvo Diamante, en lo que fue Entre Ríos, entre los escombros del puerto y la mugre de plástico que se remanseaba ahí, el niño halló una foto dentro de un envase que el tiempo no pudo abrir, y la ocultó celosamente para que los coleccionistas pesados y peligrosos no se la arrebataran. La imagen era de un biguá, el niño sabía que las aves fueron los animales con picos y plumas que podían volar como ahora lo hacían las moscas.

El niño no entendía cómo los humanos pudieron destruirlo todo: cómo consumían alimentos envasados y arrojaban al agua o a la tierra los envoltorios, cómo pescaban o mataban sin hambre a esos seres hermosos que él coleccionaba en imágenes, cómo encendían un motor para evitar caminar mil pasos, cómo habiendo tenido un mundo tan hermoso se encerraban a ver esos artefactos que llamaban televisores y parecían cuadros oscuros, cómo teniendo tierra fértil la contaminaban para fabricar semillas que alimentaban chanchos y pollos en lo que llamaban China. El niño no entendía las conductas de los humanos del pasado, y aquellos humanos del pasado tampoco entendían las conductas de los humanos que renegaban de eso llamado progreso.

Los árboles podemos ver el futuro, sabemos del pasado y no hemos olvidado cada vida que hemos sido.

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Un picazo en la rama (cairina moschata silvestre). Estos animales sí que son esquivos, y cada vez más escasos. Ya desaparecieron de muchos paisajes.

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Cairina moschata sylvestris

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Las florestas del pierden altura, como sus barrancas, y el paisaje se interna en una zona lagunera.

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La garza mora escapa con el avance de los botes. Los animales tardan en darse cuenta qué son esos cuerpos color tapia que avanzan, hasta que por fin distinguen a los humanos motor y huyen.

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¿De qué lejano pasado llega tu estirpe, pirincha negra?

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La Costa Grande a la vista.

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Juntura de aguas laguneras y de correntada.

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El camoatí pegado al sauce. Cuánta dulzura en tu corazón. Si te habré tenido entre mis ramas, cuando era árbol.

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Es hora de recargar combustible y no hay mejor estación de servicio en el enero que una sombra. En estos parajes del planeta, el año costero divide los meses en cuatro de mucho calor, dos de frío y seis perfectos. Enero es crítico. Los humanos motor recalientan sin los tenemos muchas horas funcionando: dolor de cabeza, diarrea, quemaduras. Y hay que cuidarlos, porque no se consiguen muchos que aguanten este tipo de travesías.

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Dejado atrás el paisaje lagunero, retomamos un cauce arbolado para buscar un lugar de acampe.

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Perfecto el lugar para acampar. Poca pendiente en la bajada al agua, mucha leña, buena sombra. A disfrutar de la tierra firme.

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En la medialoma larga que se extiende hacia el poniente los animales también se preparan para esperar la noche. Los diurnos se acercan a sus nidos y los nocturnos se aprestan a dejarlos.

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Un espinero llama a sus niños.

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Responde un arañero cercano.

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Y por fin aparecen los pequeños espineritos.

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La noche cae sobre la isla, y el lobito aprovecha la claridad del Yasí para una última cacería, antes de volver a su nido en la barranca.

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La mañana suena a chicharras que anuncian mucho calor. Atravesamos el tercer mes de calor litoraleño, el más fuerte. El sol sobre capricornio en la altura y al sur en los horizontes. No hay donde esconderse. Hoy tendremos que cuidar a los humanos motor más que otros días, aunque se los ve tranquilos y sin apuro.

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El pequeño Diego Román, niño costero y gran conocedor de los secretos del río, estuvo corrigiendo los nombres que la gente de Buenos Aires les da a los animales. ¿A quién se le ocurre decirle real a un pato color picazo? Real… ¿real? Si hace de 1810 que al rey ya no le hacemos caso.

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Dejamos el lugar de acampe cuando el sol ya está alto. Señal que no hemos madrugado.

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Seguimos aguas arriba y adentro, buscando un arroyo que conecte con éste y nos acerque otra vez al cauce principal del Paraná.

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Un discreto hocó nos controla desde lo alto del sauce.

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El ñandipay ha alcanzado la isla en estos lugares. Le gusta la barranca, pero se ha asomado al río.

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La tijerilla nos saluda, también bendice nuestro trajinar.

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—No sé si me pesa más el hongo o la rama desproporcionada que me ha crecido.

—Pobrecito, Timbó de los Más Feos. Ojalá algún rayo pueda amputarte estas penas que estás pagando.

—Gracias, Trita Liquén, de la Capa con Vida. No es de árboles andar dejando las raíces, pero tu destino errabundo fue más fuerte que el deseo de cumplir una muerte de pie. Buen viaje por la comarca del agua dulce.

—Buen viaje, Timbó de los Más Feos.

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El calor es mucho y el lugar es hermoso. No dejemos que pase de largo. Busquemos un lugar para detener la navegación y disfrutemos de estos montes.

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La tarde se va yendo y las hojas empiezan a mostrar la luz de sus lados sombreados. Qué hermoso.

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Entonces el día se aleja hasta la mañana siguiente.

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Y la oscuridad… y sus ángeles iluminados por estrellas.

Trito Timai canta afuera. Hoy anduvo todo el día silbando melodías del tiempo imaguaré.

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El laurel es reparo en verano como en invierno. Este laurenzal no puede sino ser una caricia en el enero que no perdona.

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Somos su voz,

a través de nosotros

habla la Tierra.

Así reza este haiku de la costa, y sabe de nosotros…

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…que fuimos los diez mil seres que pueblan el paisaje, y en el camino final de las generaciones disfrutamos de los seis sentidos sin preguntarnos por ninguno de ellos.

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Dichoso quien ve la flor, sin ver qué flor, y sabe que ella es todas.

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El hogar del islero. Cada vez quedan menos humanos viviendo en la isla. La lógica del progreso hace que sólo los centros urbanos se desarrollen, y los campos quedan sin campesinos, y la agricultura se hace sin agricultores, y también, como un coletazo de eso que concentra la tierra en manos de quien no la trabaja, también las islas se ven afectadas por la pérdida del patrimonio cultural.

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Ganado nuevamente el canal principal del Paraná, la autopista para mercancías se vuelve a hacer presente rompiendo con la naturaleza.

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Diamante a la vista, detrás de los nuevos islotes.

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Un nuevo arroyo para evitar remontar la curva gigantesca que termina en la Punta Gorda. Hermoso el paisaje de estos sitios

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Se nota que nos acercamos a una ciudad.

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Otra maravilla natural a la vista. Los irupés ya agrandan sus hojas en su ciclo de cada año.

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Sauces, sandías y azuladita.

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La costa de Valle María a la vista. El lugar no está bueno para acampar, demasiados humanos, demasiada música fuerte tapando el canto de las aves, poca sombra. Regresemos a Diamante a ver cómo está el Club Náutico.

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El Náutico a la vista.

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Poca gente, mucha paz, buen lugar para que los humanos motor descansen de cinco días de remada bajo el sol de enero.

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Ahí mi amigo Trito Timai, una carranca lenta que migró a la cuenca paranacera.

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¡No! ¿¿En Diamante se les rinde culto a los motiteros?? Necesito exorcizarme después de ver esto.

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A ver, acá… un lugar santo. Éste no.

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Subamos la pendiente de las altas barrancas diamantinas.

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Al fin… sal demonio de mi madera.

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Qué bueno encontrar un texto de Alba Rico en un diario entrerriano.

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El calor avanza y no hay donde esconderse.

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Los tordos de pico corto tienen un plumaje que nos ayuda con el sol.

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Y entonces la inestabilidad… por fin…

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El oscurecimiento y una lluvia fresca que duró hasta muy avanzada la noche.

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Amanece y el arroyo La Ensenada aprovecha la lluvia que pasó para quitarse mucha mugre de continente adentro. Acá un algo flotando.

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Saludo de los humanos motor antes de seguir el viaje río arriba, ahora evitando arroyos para desplazarnos por los cauces más caudalosos.

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Entramos en un paisaje con rocas formadas por arcillas muy diferentes a las que llenaron de rojo la pampa santafesina.

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Un gran ceibo decorado hasta arriba por epífitas.

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Don cururú.

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Un carpinterito nos recibe en el Monte de la Paloma. El primer saludo montaraz de las barrancas de la banda oriental.

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Chivato. Considerado por los humanos como el árbol más hermoso del planeta. Aunque seas exótico, sabemos lo que tu raza padece en Madagascar. Eres bienvenido en tu exilio salvador.

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Calles para rodados humeantes.

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Piedra abierta en el paisaje. Belleza natural de la costa.

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El templo del repetir y memorizar.

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Y allá la delgada huella que se interna en el continente.

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Los árboles podemos ver el futuro, sabemos del pasado y no hemos olvidado cada vida que hemos sido. También fui vaca en la época en que los humanos no habían sometido la especie. Estás vestida de monte antes de tu asesinato. Te deseo una muerte rápida, con poco dolor, inevitable en los tiempos que acontecen.

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De regreso a la costa: alejarse del agua no es bueno. Nunca es bueno.

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El pescador con salvavidas. Cuántos han sido llamados por Y Yara, y cuántos más serán llamados por este espíritu por no usar el chaleco.

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La autopista de mercancías se anuncia cerca.

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La tarde se va lenta. Otro día que se ha marchado para siempre.

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Está oscuro y hay pileta en desuso. Señal que visitaré a mis amigos anfibios.

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Sapito de las cuevas. Los bordes lisos no se han hecho para vos. Vamos a sacarte de la pileta antes de que mueras de cansancio.

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Ranas. Ustedes sí que la tienen más fácil mientras no aparezcan lechuzas o víboras.

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Los humanos motor se fueron a caminar por un arroyo que baja desde los vestigios de la selva montielera.

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El montaraz mira el mundo con una lupa. No hay vastedad para su derrotero que no incluya cada laguna o monte por más lejano e intrascendente que parezca. No hay montaraz sin la búsqueda de las últimas siluetas que asoman tras el infranqueable yuyerío de tapias y pajonal.

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Shilá que está lindo el arroyo.

En la lengua de nuestros antepasados Chanáes —esas personas que pisaron y vivieron la isla antes que nosotros— la palabra «shilá» significaba reír o hacer el amor.

Es maravilloso que en la cultura que hemos pisoteado y reducido a cazadores/recolectores se festejara el cuerpo, el amor, el sexo, y se lo relacionara con la risa y la alegría… qué distintos somos nosotros. Cuánto hemos perdido.

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Sueño de maderas y agua,

de maderas que emergen vivas

desde el fondo del arenal;

sueño de maderas

sin savia

yendo abajo a formar islotes.

Hay ellos en mis sueños.

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Monumento de la religión católica.

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En el verde sur del Planeta Tierra, la selva tropical vierte vida en semillas y criaturas que son arrastradas en el agua dulce por miles de kilómetros hasta la gran planicie de inundación, una vasta región donde el agua manda, llamada delta del Paraná.

Aquí nadamos en sus horas previas. Aquí se gesta el delta, para nacer horas de remo abajo. Qué maravilla.

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Los humanos motor no terminan de acostumbrarse al sol de la tarde en la banda entrerriana. Les gusta el sol desde la perspectiva santafesina, iluminando la isla, oculto de sus cuerpos tras de los árboles. No resisten un sol sobre las islas y otro bajo el agua, ambos apuntando al mismo tiempo desde el oeste. Se esconden hasta que casi cae por detrás de los sauces. Los entrerrianos son más resistentes a los dos soles.

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El monte come.

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Como la obra de los humanos.

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El monte come y la tierra dobla y borra las escuadras.

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Tiempo de regresar a Puerto Gaboto, el pueblito costero más hermoso del mundo. Molestamos un ratito a la condenada a muerte para acomodar los kayaks y partimos.

GRACIAS, LINA MONFORT, POR LAS PUERTAS ABIERTAS DE TU HERMOSA MORADA.

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Mi humana motor se llama Pamela.

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El humano motor de Trito se llama Maximiliano.

Los humanos son en función de lo que les da dinero. Hay los que son albañiles, maestros, médicos, amas de casa, empleados. Estos dos, en cambio, son kayakistas. Simplemente kayakistas.

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Adiós Monte de la Paloma, adiós Diamante.

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Arroyos angostos para endulzar el alma.

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Otro foco de gatas peludas.

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Volvemos al río grande… gigante.

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Cuidado que todavía se asoman los hierros del mangrullo.

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Un Edgar Alla Poe en el suelo de la isla.

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El kayak más hermoso del universo salvaguarda el nombre del cacique que el monte no puede olvidar.

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Esta travesía nació hace mucho, allá en el Ternero. Ahora volvemos a sus aguas, que no son las mismas, en ese mismo arroyo. Y otra vez en casa.

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Un viaje en kayak es menos una travesía, un recorrido, que una construcción que se erige día a día y con la paciencia que enseñan los árboles. Así, de nosotros, van aprendiendo estos humanos.

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Y entonces Trita Liquén, de la Capa con Vida, quedó en silencio.

Imágenes y música del viaje.

Listado de aves observadas en el viaje:

1. Macá Grande Podiceps major
2. Aninga Anhinga anhinga
3. Biguá Phalacrocorax olivaceus
4. Garza Mora Ardea cocoi
5. Hocó Colorado Tigrisoma lineatum
6. Chiflón Syrigma sibilatrix
7. Garza Blanca Egretta alba
8. Garcita Blanca Egretta thula
9. Garcita Azulada Butorides striatus
10. Cuaco Nycticorax nycticorax
11. Cabeza de hueso Mycteria americana
12. Tuyango Ciconia maguari
13. Cuervillo Cara Pelada Phimosus infuscatus
14. Bandurria Plegadis chihi
15. Chajá Chauna torquata
16. Pato Real Cairina moschata
17. Sirirí Colorado Dendrocygna bicolor
18. Sirirí Pampa Dendrocygna viduata
19. Pato Silbón o Cutirí Amazonetta brasiliensis
20. Pato de Collar Callonetta leucophrys
21. Caracolero Rostrhamus sociabilis
22. Taguató común Buteo magnirostris
23. Carancho Caracara plancus
24. Halcón plomizo Falco femoralis (sobre Diamante y Monte de la Paloma)
25. Carau Aramus guarauna
26. Ipacaá o Gallineta Aramides ypecaha
27. Gallineta Común Rallus sanguinolentus
28. Pollona Negra Gallinula chloropus
29. Jacana Jacana jacana
30. Tero real Himantopus melanurus
31. Tero Común Vanellus chilensis
32. Chorlito de Collar Charadrius collares
33. Becasina Común Gallinago gallinago
34. Atí Phaetusa simples
35. Gaviotín Chico Común Sterna superciliares
36. Rayador Rynchops niger
37. Paloma Picazuró Columba picazuro
38. Paloma Manchada Columba maculosa
39. Paloma Doméstica Columba livia en la isla sólo frente al puerto de Diamante
40. Torcaza Zenaida auriculata
41. Torcacita Columbina picui
42. Yerutí Leptotila verreauxi
43. Cotorra Myiopsitta monachus
44. Cuclillo Canela Coccyzus melacoryphus
45. Cuclillo Chico Coccyzus cinereus
46. Pirincha negra Crotophaga ani
47. Pirincha Guira guira
48. Crespín Tapera naevia
49. Lechuza de Campanario Tyto alba
50. Ñacurutú Bubo virginianus
51. Alilicucú Megascops choliba
52. Atajacaminos Tijera Hydropsalis brasiliana
53. Picaflor Verde Chlorostilbon aureoventris
54. Picaflor Bronceado Hylocharis chrysura
55. Martín Pescador Grande Ceryle torquata
56. Martín Pescador Mediano Chloroceryle amazona
57. Martín Pescador Chico Chloroceryle americana
58. Carpintero Real Común Colaptes melanolaimus
59. Carpintero del Cardón Melanerpes cactorum
60. Carpintero Bataraz Chico Picoides mixtus
61. Carpinterito Picumnus cirratus
62. Chinchero Chico Lepidocolaptes angustirostris
63. Chinchero grande : Drymornis bridgesii
64. Hornero Furnarius rufus
65. Curutié Colorado Certhiaxis cinnamomea
66. Pijuí Frente Gris Synallaxis frontales
67. Pijuí cola parda : Synallaxis albescens en Monte de la Paloma
68. Espinero Grande Phacellodomus ruber
69. Espinero Pecho Manchado Phacellodomus striaticollis
70. Chororó Taraba major
71. Anambé Común Pachyramphus polychopterus
72. Tijerilla Xenopsaris albinucha
73. Pico de Plata Hymenops perspicillatus
74. Benteveo Rayado Myiodynastes maculatus
75. Viudita Blanca Fluvicola pica
76. Picabuey Machetornis rixosus
77. Suirirí Amarillo Satrapa icterophrys
78. Benteveo Pitangus sulphuratus
79. Suirirí Real Tyrannus melancholicus
80. Tijereta Tyrannus savana
81. Burlisto Pico Canela Myiarchus swainsoni
82. Suirirí Suiriri suiriri
83. Piojito Gris Serpophaga nigricans
84. Fiofio Silbón Elaenia albiceps
85. Golondrina Doméstica Progne chalybea
86. Golondrina Parda Phaeoprogne tapera
87. Golondrina Ceja Blanca Tachycineta leucorrhoa
88. Tacuarita Troglodytes aedon
89. Cachirla Chica Anthus chii
90. Calandria Grande Mimus saturninus en la costa entrerriana
91. Zorzal Chalchalero Turdus amaurochalinus
92. Zorzal Colorado Turdus rufiventris
93. Tacuarita Azul Polioptila dumicola
94. Chiví Común Vireo olivaceus
95. Juan Chiviro Cyclarhis gujanensis
96. Arañero Cara Negra Geothlypis Aequinoctialis
97. Arañero silbón Basileuterus leucoblepharus
98. Celestino Común Thraupis sayaca
99. Chiviro Pampa o Pepitero de Collar Saltator aurantiirostris
100. Juan Chiviro o Pepitero Gris Saltator coerulescens
101. Cardenal Común Paroaria coronata
102. Cardenilla Paroaria capitata
103. Jilguero Dorado Sicalis flaveola
104. Chingolo Zonotrichia capensis
105. Sietevestidos Poospiza nigrorufa
106. Cachilo ceja amarilla Ammodramus humeralis en Monte e la Paloma
107. Monterita Cabeza Negra Poospiza melanoleuca
108. Cabecitanegra Común Carduelis magellanica
109. Boyero Negro Cacicus solitarius
110. Boyerito Icterus cayanensis
111. Tordo Pico Corto Molothrus rufoaxillaris en Diamante
112. Morajú o Tordo Renegrido Molothrus bonariensis
113. Músico Molothrus badius
114. Varillero Negro Agelaius cyanopus
115. Varillero Congo Agelaius ruficapillus
116. Varillero ala amarilla Agelaius thilius
117. Gorrión Passer domesticus en la costa entrerriana

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