Qué clase de persona es ésta, que anda liviano por la vida, que aletea sin deudas ni carga, que no se inclina ante caudillos ni banderas, que se levanta por la mañana sabiendo que es de mañana y entra en esa mañana sin pensar en la tarde, que elige ir sin llegar, que no necesita más de lo que provee la dignidad. Que si se vuelve ansiosa, es para que las cosas lleguen y no para que pasen. Que no le pesa más el lunes que el viernes ni el mayo que el noviembre. Qué clase de persona es ésta.
Y desde lo profundo del monte llegó otra voz, dirigiéndose al mismo sujeto.
Qué clase de persona sos, que todavía te creés el reflejo que te mira desde el fondo del claro entre la tapia. Vos no sos ese reflejo, pero sí ese reflejo sos vos. Estás tan lleno aún que el vacío de la libertad todavía muy lejos te queda, aunque el igual entre la multitud te vea liviano a través de sus ojos tan enajenados.
Todavía hay amor y odio, todavía hay orgullo y vergüenza.
Todavía hay patria y su fruto: la segregación.
Todavía la unidad está lejos, tal vez más allá de esta vida.
—No. Estás equivocado. Nada por hacer, sólo por ser.
—¿Cuánto por ser?
Cansado de tanta derrota, de tanto derroche de hacer, de tanto por migas, de tanta retórica y exposición para torcer la voluntad de tan poco.
Cansado de enfrentar la naturaleza humana, se aprende que la desesperanza lleva a la resignación y que hay lo lúgubre en esa resignación. Lúgubre carente de brillo y vida, de oscuridad y nada. Pero casi imperceptible, casi nada… hay en lo que no brilla el haz ínfimo que logra atravesar donde está la gotera, la hendija, la grieta, el ladrillo mal pegado.
Hay la luz en el haz minúsculo. Y aunque no parezca, aquella enorme claridad que se fue desvaneciendo tras cada derrota, está compuesta por el mismo nutriente que mantiene siempre vivo al pequeño haz de luz.
¿Dónde sembrar? ¿En la oscuridad de la derrota y el desprestigio, ahí donde la naturaleza humana nos empuja al corromper o desertar, o buscamos en el haz que no hace más que iluminar el paso siguiente?
¿Dónde buscar? No hay buscar… hay no buscar, sólo andar por donde no se necesitan esfuerzos.
Nada hace el camalote. Y como nada hace, florece… y después tapea.
——–
Texto: Maximiliano Leo.
Fotos: Pamela Ramírez Reyes y Maximiliano Leo
Fuentes de inspiración y plagio: Las islas, los humanos adultos y el Tao te king de Lao Tse.
Recolectando zarza y toratay.
Emú emú en retirada.
Monte espeso.
Arroyo adentro junto al Parque Nacional Islas de Santa Fe.
El jardín del edén.
Novias leves del azul.
Timbóes colosos entre el pajonal.
Humedal adentro.
Paz al final del día.
Mburucuyá miní.
La playa más hermosa del mundo.
Lo que es pregunta en la respuesta.
El Bellaco.
Pizza casera con salsa de camalote.
El camping más lindo de Gaboto.
Reservas de agua dulce.
Espuma de chicharritas.
Dura la vida del kayakista.
Embalsado.
Florecieron las cabombas.
Nuestro jardín subacuático de agua mineral.
Síi. La islas.
Repentina floración de la verdolaga.
Macá pico grueso.
Macá grande adulto.
Macá grande niño.
Embalsado sospechoso.
Espinero grande.
El jardín de los senderos que se bifurcan.
Por probar el vino y el agua salada.
PARA OLVIDARSE DE SER REY Y SER FELIZ.
No puede ser tan hermoso.
Colores del volver a casa de cada tarde.
El monte oscuro.
Antes del último cruce, matecitos y jugar por última vez.
El río… la fuente de vida del pueblito costero más hermoso del mundo.
Vi mis pies cansados, alternaban pasos para volver a casa, pisando ripiado y barro, pasando junto a la zanja. La luna ya estaba gigantesca y alumbraba entre los palos borrachos del Coronda… caminaba descansando por fin, trece horas después de salir esta mañana. Cansancio que pesa, cansancio que integra, cansancio que digna, cansancio que alivia, cansancio de ir volviendo a casa…
…y no sé si fue por la noche cálida, por las ranas que cantaban, por lo largo de las sombras de tener pocos faroles detrás y una luna gigantesca delante…
…no sé qué extraña mezcla se dio en ese momento, que me vi caminando lejos o bajando de una montaña, tal vez llegando a la zona de acampe de un lago del sur o caminando una huella rural, pero la pala al hombro se volvió mochila y me vi lejos, terminando un día de viaje…
Qué hermosos son los atardeceres de martes en Gaboto.
Cuando veo imágenes de un pasado no tan lejano, de ésos que todavía tienen olor a fresco, trato de imaginar qué cosas se parecían a «problemas»:
—Mirá qué bien que estábamos y tanta mala sangre nos hacíamos por esto, por lo otro. Qué pérdida de energía y tiempo.
Y si hoy dejara de ser el hoy y pudiéramos verlo desde el mañana. ¿Da para preocuparnos tanto por todo eso de turno que sabemos pasajero?
—¿Qué hacés, muchacha?
—Disfrutando del hoy como un ayer.
—¿…?
—Me paro en 2020 para entender qué zonzeras me distraían allá por aquel hoy.
—Solazo el de hoy.
—Qué bueno aquel día de calor allá en la playita, lejos de la civilización.
—¿Mate?
—Ni hablar de lo rico que estuvieron aquellos mates que estás por cebar.
Todo lo que ha florecido y madurado entre los equinoccios, ha encontrado un solsticio de aguas infladas para desparramar semillas. Es el tiempo de otra gran migración de las plantas, dejando cada vez más atrás aquella década ocre de padecer pastoreos descontrolados, incendios de pastizales y estiajes prolongados que consiguieron cubrir cada grieta con una escobadura. Tiempo de renovales de ceibo, ingá y timbó… ¿quién diría que iban a volver? Sí… están otra vez… otra vez soñamos con una isla que se reforesta sin la mano nuestra.
Como una semilla más, es tiempo de vestirnos de centauros paranaceros, de ponernos el traje más lindo: el kayak, y migrar junto a esas semillas que buscan los albardones altos que apenas se asoman entre los extensos espejos de agua dulce.
Así partimos, celebrando los días de dejar atrás la posta de Capricornio, en busca de lo que anda y quiere hacerse ver delante de nuestros ojos curiosos.
El recorrido fue algo así, y digo «algo así» porque de tan desconocedor he puesto nombres entre comillas, inventados durante y por el viaje: Coronda, Cañitas, Paraná Viejo, canal, Damajuana, Barrancoso, «Laguna de las Nutrias», «Cerrito Solo», Barranca, Timbó Colorado, «Frente del Carrizal», Caballo, Timbocito, Paranacito, Tabaco, «La Islita que se Inunda», «Cerro Gigante», «los Meandros de la Soledad», Mangas, Barrancoso, Malo, canal, Saco, Lago, Paraná Chico, Ternero. Cuánto de andar atravesando agua que todo ha cubierto, cuánto por conocer, por bautizar, por agradecerle al río viejo que trae mucho más de lo que se lleva.
2) Imágenes del viaje.
Marte junto al Yasí creciente: es tiempo de andar.
Empieza el viaje
Partimos cuando el sol debía estar alto, oculto tras una sábana de nubes grises y frías.
La partida desde el pueblito costero más hermoso del mundo.
Limpia el cielo!!
Allá vamos.
Descanso en las Cañitas.
Descanso en las Cañitas
El cielo celesteando de forma definitiva.
Cayendo isla adentro.
Biguá atento.
Biguá a salvo del humano.
Altos cachivaches sobre el kayak.
Inicio de los albardones añosos.
Timbó fierazo.
Buscando el lugar de acampe.
Arrimando a la tierra seca.
Van quedando menos albardones donde pisar.
Matices de la crecida invernal.
En busca de la vida.
Chajás.
Herramientas de trabajo que respetan silencios y vidas.
Nutria en su embalse.
Enseñando sus dientitos colorados.
Bandurrial en el andurrial.
Se va la tarde.
Empieza el día.
Guayabito en su etapa ocre.
Ñacurutú: el gran protector contra roedores y serpientes.
Carayá Pilagá sobre el laurel.
Estos dos son tres grossos
Mirando hacia el progreso.
El “progreso” a la distancia.
El campamento se migra.
Caminos del agua dulce.
Aproximación al mamífero nativo.
Conectando con arroyos de aguas alagunadas.
Buscando el rumbo.
Corte por un pastizal anegado.
Fronteras.
Colores en el final de la tarde.
El Timbocito.
Recodo del Paranacito.
Segundo campamento.
El profesor y sus sonrisa mañanera.
Desmitificando a los chemtrails.
S.O.S. la huella humana de la ignorancia.
Con mascarón canino.
Patacherismo ilustrado.
Súperman en la corredera.
Dentrando al Timbocito.
El campamento migrando.
Tercer campamento, a los pies del gigantesco Ingá.
Arroyito de ensueño.
Humedales del Paraná.
La isla… simplemente la isla!!
Ingá gigante.
Tratando de hacerlo entrar de cuerpo entero.
El más maravilloso de los pájaros.
Aguilucho colorado.
Pastizales isleros.
Otro de los maravillosos.
Migración de las hormigas.
Puente.
Feliz por tanto bichito.
Buscando zonas más altas.
Tierra de gigantes.
El sillón de Mangoré.
Laurel gigante.
Colosos montaraces.
Bosques albardoneros.
Tala.
Albardones muy a salvo de la creciente.
Helecho.
El estacionamiento de las naves.
Al final del día.
Geschmälzte Spätzle esperando a Alemania.
Chinche alucinante.
La mañana del costero.
Sí!!
Un lujo.
Ingá miní al reparo de un timbó.
Matices del adentro.
Según ellos.
Dos canelones en el Tabaco.
Tabaco adentro.
Una maravilla de barrancas altas.
Recodos y vida.
Espinillos de raíces húmedas.
Cotorras sin eucaliptos.
Los pehuajóes ganándole a la crecida.
Laguneando.
Buscando el camino.
Algo perdidos, pero contentos.
Un algo de fierro por donde pasaba un boyero.
Junquero.
Remolinera.
Vista al oriente al caer la tarde.
Campamento en una islita que se iba anegando muy lentamente.
Mañana lúgubre.
Atravesando albardones bajos.
La postal de un invierno que apenas se siente en este verde litoral.
Codillos de la soledad.
El más allá.
Advertencia para humeantes:
!!!
Saliendo entre ramanegrales y chilcales.
Nidito de ñacurutú.
Arroyo Correntoso.
Ceibo para trepar.
El copión del otro árbol.
Enfrentando la fama y la cámara.
Midiendo bejucos.
Grande!!
Patinadores al final del día.
Visitante al campamento.
Tarucha en un invierno que aún no la ha enterrado.
Amanecer en el Malo.
Humedales desde el alto.
Bocas abiertas en todo el río.
Saliendo al Paraná.
Paraná.
El Tacuaní a la distancia.
Como dentrando a salir.
Pasando junto al Rico.
Eucaliptales.
Sangres de drago.
Por las venas de agua dulce.
Biguá víbora.
Biguá víbora.
Recorriendo los montes salicílicos.
Martín grande.
Camino al Paraguay.
Bejucón.
El Consejo.
Último descanso.
Bordes anegados.
Paraná Chico y sus espejos.
Xela Estelar.
Pilagá y Yabirú al ataque.
El Solito solito en el Paraná Chico.
Ternero abajo.
Empalizadas vestidas.
Macá.
Colores del invierno en el litoral.
Tapera humedecida.
Acompañando la migración de la flora.
Timbó grande.
Todo es uno.
Miles de ovejitas en el cielo anuncian que la lluvia no anda lejos.
Rana criolla en el pajonal.
Regresando a casa.
El espacio se va achicando.
El Louis Vuitton de Xela Estelar.
3) Listado de vertebrados observados durante el viaje (excepto peces):
Reptiles:
Tortuga de río Phrynops hilarii
Culebrita verde Philodryas olfersii
Anfibios:
Rana criolla Leptodactylus latrans
Ranita de Zarzal Hypsiboas pulchellus
Mamíferos:
Nutria Myocastor coypus
Lobito Lontra longicaudis
Carpincho Hydrochoerus hydrochaeris
Zorro montaraz Cerdocyon thous
Murciélagos (sin identificar)
Aves:
Macá chico Podiceps Rolland
Macá Grande Podiceps major
Aninga Anhinga anhinga
Biguá Phalacrocorax olivaceus
Garza Mora Ardea cocoi
Garza Blanca Egretta alba
Garcita Blanca Egretta thula
Garcita Bueyera Bubulcus ibis
Cuaco Nycticorax nycticorax
Tuyango Ciconia maguari
Bandurria Plegadis chihi
Chajá Chauna torquata
Pato Barcino Anas flavirostris
Pato Cuchara Anas platalea
Pato Capuchino Anas versicolor
Pato Crestón Netta peposaca
Pato Silbón Amazonetta brasiliensis
Caracolero Rostrhamus sociabilis
Gavilán Planeador Circus buffoni
Taguató Buteo magnirostris
Aguilucho Colorado Heterospizias meridionalis
Carancho Caracara plancus
Chimango Milvago chimango
Carau Aramus guarauna
Gallineta ipacaá Aramides ypecaha
Gallineta Rallus sanguinolentus
Pollona Negra Gallinula chloropus
Gallito de agua Jacana jacana
Tero real Himantopus melanurus
Tero Común Vanellus chilensis
Becasina Gallinago gallinago
Gaviota Capucho Gris Larus cirrocephalus
Atí Phaetusa simples
Gaviotín Chico Común Sterna superciliares
Paloma Picazuró Columba picazuro
Paloma Manchada Columba maculosa
Torcaza Zenaida auriculata
Torcacita Columbina picui
Yerutí Leptotila verreauxi
Cotorra Myiopsitta monachus
Pirincha Guira guira
Ñacurutú Bubo virginianus
Alilicucú Megascops choliba
Atajacaminos Tijera Hydropsalis brasiliana
Martín Pescador Grande Ceryle torquata
Martín Pescador Mediano Chloroceryle amazona
Martín Pescador Chico Chloroceryle americana
Carpintero Real Colaptes melanolaimus
Carpintero del Cardón Melanerpes cactorum
Carpintero Bataraz Chico Picoides mixtus
Carpinterito Picumnus cirratus
Chinchero Chico Lepidocolaptes angustirostris
Remolinera Cinclodes fuscus VISITANTE INVERNAL
Hornero Furnarius rufus
Curutié Colorado Certhiaxis cinnamomea
Junquero Phleocryptes melanops
Espinero Grande Phacellodomus ruber
Tiodoro o Chororó Taraba major
Cortarramas Phytotoma rutila VISITANTE INVERNAL
Sobrepuesto Lessonia rufa VISITANTE INVERNAL
Viudita o Pico de Plata Hymenops perspicillatus
Picabuey Machetornis rixosus
Suirirí Amarillo Satrapa icterophrys
Benteveo Pitangus sulphuratus
Piojito Gris Serpophaga nigricans
Piojito Trinador Serpophaga griseicapilla
Golondrina Ceja Blanca Tachycineta leucorrhoa
Golondrina Cabeza Rojiza Stelgidopteryx fucata
Ratona Común Troglodytes aedon
Calandria Real Mimus triurus VISITANTE INVERNAL
Zorzal Chalchalero Turdus amaurochalinus
Zorzal Colorado Turdus rufiventris
Tacuarita Azul Polioptila dumicola
Juan Chiviro Cyclarhis gujanensis
Celestino Común Thraupis sayaca
Chiviro Pampa o Pepitero de Collar Saltator aurantiirostris
Juan Chiviro o Pepitero Gris Saltator coerulescens
Cardenal Común Paroaria coronata
Cardenilla Paroaria capitata
Chilenito o Corbatita Dominó Sporophila collares
Chingolo Zonotrichia capensis
Sietevestidos Poospiza nigrorufa
Monterita Cabeza Negra Poospiza melanoleuca
Chiviro de las pajas o Verdón Embernagra platensis
Boyero Negro Cacicus solitarius
Morajú o Tordo Renegrido Molothrus bonariensis
Músico Molothrus badius
Varillero Negro Agelaius cyanopus
Varillero Congo Agelaius ruficapillus
Chororó o Pecho Amarillo Común Pseudoleistes virescens
Por segundo año consecutivo, la crecida del río Iguazú puso en alerta a todos los habitantes costeros del Paraná Medio y Delta. Esta vez el caudal de agua superó los 40 millones de litros por segundo y las imágenes que dieron la vuelta al mundo mostraron unas cataratas del Iguazú como nunca antes.
Sabemos que Brasil y Argentina llevan adelante políticas de devastación y saqueo de sus recursos naturales con el único fin de producir monocultivos de organismos genéticamente modificados y electricidad: sabemos cómo en los últimos 18 años se han perdidos ambientes naturales como jamás se ha visto: ni la Guerra del Caucho, ni la Forestal, ni el avance del algodón, el elliotis o la caña de azúcar pudieron igualarse con el ecocidio actual que padecen los territorios de la vasta cuenca del Plata. Sabemos cómo Brasil logró hacer desaparecer la totalidad de la selva paranaense y cómo escalonó con muros de hormigón todo el Alto Paraná, alterando para siempre los ecosistemas que dependían de los pulsos naturales del agua. Producto de tanto saqueo de recursos naturales, vimos por segundo año consecutivo esas imágenes escalofriantes: cómo en la crecida del río Iguazú se derramaban miles de metros cúbicos de agua dulce por segundo y cómo se perdían para siempre millones de toneladas de suelo fértil que se lavaron por razones previsibles y lamentables: las lluvias no tuvieron mejor momento de caer que al finalizar la cosecha de soja, cuando la superficie de los «campos» todavía se encontraba sin cobertura vegetal, ahí donde alguna vez hubo una selva que retenía agua, producía alimentos, madera, oxígeno, que disminuía el calentamiento global y mantenía la estructura normal de los ecosistemas… pero no producía dólares fáciles ni mucho menos electricidad.
El agua baja rápidamente y en el delta nos preocupamos por segundo año consecutivo. Los medios de comunicación locales nos alertan y en las rutas ya vemos los desfiles de camiones de traslado de hacienda hacia los pueblos costeros. El susto de unos es el gran negocio de otros, y los frigoríficos pagan lo que quieren con los puesteros y productores más asustados. El agua baja rápidamente y no se habla de otra cosa que no sea la crecida o el mundial de fútbol. Un puestero consigue sacar las vacas de la isla y alquilar un campo bajo donde no se va a sembrar trigo, otro consigue fardos a buen precio y un patio grande, otro desesperado vende todo por dos monedas, los más osados especulan manteniendo la hacienda en los albardones altos o los cerros que alguna vez construyeron los indígenas de las islas. Todo se moviliza con la creciente que viene: la prefectura, los medios, los barcos jaula, los camiones, las vacas, los caballos, las personas.
Pero curiosamente, contra todos los pronósticos, incluidos los del Instituto Nacional del Agua, la ola que venía a toda máquina desde el río Iguazú llegó a las puertas del Delta del Paraná y por segundo año consecutivo se desinfló, desapareció, no pasó de ser más que un invierno de río alto. Pasó de ser una «inundación importante» a ser una «creciente moderada».
¿El río se ha tragado el agua? ¿Se ha evaporado? ¡Desapareció!
Pero a esto no debemos buscarle explicaciones mágicas o especulativas. El Iguazú desbordó, los más de 40 millones de litros por segundo son un hecho, la crecida golpeó ferozmente al Alto Paraná entre la triple frontera y el muro de Yasyretá, pero lo que ha aminorado el impacto del agua no es sino uno de los grandes (gigantes) servicios que brindan los humedales del valle de inundación del Paraná Medio y Delta. Los humedales —esos ambientes productivos por sí mismos que alternan entre zonas y períodos secos, y zonas y períodos sumergidos— trabajan como una «esponja», reteniendo agua en las crecientes y liberándola lentamente cuando los pulsos de bajante lo necesiten.
Una laguna de las más pequeñas que encontramos en las islas, de menos de 200 metros de distancia entre sus orillas más lejanas y de menos de medio metro de profundidad, puede almacenar, purificar y, en caso de creciente, retener más de 4 millones de litros de agua dulce… y desde el muro de Yasyretá hacia abajo hay miles y miles de lagunas, de esponjas naturales, de espejos de agua dulce filtrando y reteniendo lo que han enviado las lluvias caídas en la cuenca del Iguazú.
De un desastre natural a una crecida moderada, gracias a los humedales.
Es indispensable defender estos ambientes naturales que, además de purificar contaminantes y retener gases de efecto invernadero, de proveer forraje, alimento, madera, medicina, polinizadores, oxígeno y agua potable, son muy efectivos para contener el agua en las prolongadas épocas de sequía y bajante como en los años 2008 y 2009, y las crecientes súbitas como las que en los dos últimos años acontecieron en la cuenca del río Iguazú debido a las políticas de saqueo ambiental que hicieron desaparecer la selva y alterar el normal escurrimiento de las aguas con muros de hormigón.
Pero los humedales del río Paraná no están a salvo de la mirada del sistema de producción de dinero. El Bajo Delta del Paraná es un claro ejemplo de cómo destruir un sistema de humedales para fomentar emprendimientos inmobiliarios y producción de cultivos de especies exóticas. Ahora las partes más altas del Delta también están en la mira de los servidores del dios dinero. Una empresa holandesa ha destruido miles de hectáreas de reserva de agua dulce en las islas ubicadas frente a Villa Constitución con el fin de producir organismos genéticamente modificados, para lo cual fumigan con agrotóxicos que controlan la proliferación de plantas nativas y levantan terraplenes para impedir que el agua dulce bañe esas tierras secadas de forma artificial. Aguas arriba de este inmenso endicamiento sojero, en las zonas cercanas a la conexión vial Victoria-Rosario, los empresarios ganaderos están terraplenando las islas con el consentimiento de los funcionarios públicos de la ciudad de Victoria. Allí la impunidad es tan grande que un famoso terraplenador rosarino que corta arroyos para secar lagunas, producir carne de vaca y poder acceder con su 4×4, se dio el lujo de amenazar penalmente a los ediles que intentaran defender las reservas de agua dulce de los humedales, contra los «permitidos ilegales» que otorga el intendente de la ciudad de Victoria. Otro intento de arrasar con los humedales para producir dinero ocurrió a fines de 2011: mediante la ley 10.092, el gobernador entrerriano de sueños presidenciales declaró a las islas fiscales como zonas improductivas, e intentó privatizarlas por un siglo —100 años— para entregarlas a una sociedad anónima arrocera.
Un oasis de vida entre un mar de fumigaciones y leucemias.
El pastizal pampeano y el espinal han sido desvastados: ya no existen el ñandú ni el puma, hoy ya no hay chañares, algarrobos ni talas… hoy hay soja en verano y trigo en invierno… y año siguiente soja en verano y trigo en invierno… y las salas de oncología de los hospitales públicos colmadas de santafesinos y entrerrianos de los pujantes pueblos sojeros de la pampa monocultivada. Si no despertamos a tiempo, ahora que el dinero va por el agua, también perderemos el Delta del Paraná, que es el límite sur de las reservas de agua dulce en superficie más grandes del mundo, que empiezan al norte del Gran Pantanal y terminan en el estuario del Río de la Plata, que han sido culpable —responsable natural— de que los más de 40 millones de litros de agua que bajaban por segundo desde la desmontada selva paranaense, no pasaran más que de ser una creciente moderada… por segundo año consecutivo.
El río Uruguay no corre la misma suerte por no tener un sistema de humedales que pueda aminorar el avance del agua como sí lo tiene el Paraná. Qué desgracia para nuestros hermanos costeros del «Río de los Pájaros». A nosotros, los paranaceros, nos alcanza con defender lo que tenemos, en cambio a ellos nos les queda más que luchar por recuperar la selva que cuenca arriba les fue arrebatada por la sed de dinero; no les queda en lo inmediato más que vaciar el lago del Salto Grande para que se aminore el impacto de lo que se viene; no les queda otra cosa que evacuarse de la orilla, ver cómo se va el esfuerzo de años de trabajo y resignarse a empezar a buscar tierras más altas, porque así lo mandan las ambiciones de pocos y horribles seres humanos.
Pobre de nosotros, los costeros del Delta del Paraná, si seguimos permitiendo que los políticos al servicio de los empresarios sigan autorizando y fomentando el avance de la destrucción de las islas. Es hora de despertar, de abrir los ojos; todavía estamos a tiempo. Por segundo año consecutivo los humedales frenaron una catástrofe… ¡Es tiempo de defender estas reservas de agua dulce!
Maximiliano Leo. Kayakista y maestro de escuela de Puerto Gaboto, el pueblito costero más hermoso del mundo.
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